¿Las escuchas? ¡Son las campanas que anuncian que tu boda se acerca! Estoy segura de que quieres lucir fenomenal. Es decir, se trata de uno de los días más importantes de tu vida y supongo que estás considerando cerrar la boca y hacer ejercicio a más no poder. Sin embargo, ¡no hagas dieta antes de casarte, de verdad! Ahora te diré por qué.
La dieta, el centro de tu boda
Estar a dieta puede convertirse en el centro de tu boda, dejando de lado los preparativos. En pocas palabras, ya no estarías pendiente de los planes y tampoco disfrutarías de este proceso.
Más estrés
Podrías tener más estrés de lo normal, al sentirte presionada para realizar tus actividades diarias, ver la organización del gran día, sacar tiempo para ir al gimnasio (o hacer más tiempo en éste) y apegarte a la dieta.
Agotada y con mareos
Terminarías agotada, sufrirías una descompensación y, por lo tanto, tendrías mareos y hasta desmayos, de modo que no disfrutarías tu boda.
Autoestima por los suelos
Si no empiezas a obtener los resultado que deseas es muy probable que tu ánimo decaiga y empieces a sentirte mal contigo misma. No lo permitas eso, ya eres hermosa.
¡Agenda llena!
Previo a la boda, acudirás a varios eventos, como las despedidas de soltera, y también estarán las degustaciones.
Alimentación balanceada
Toma en cuenta los puntos anteriores. Acá entre nosotras, considero que es mejor que tengas una alimentación balanceada porque no te sentirás mal por lo que estás comiendo y tu vida será más sana. No olvides una de nuestras reglas de oro: hacer las cinco comidas del día como Dios manda; por si no las recuerdas, son tres comidas fuertes y dos colaciones.
Peca un poquito
Si tienes ganas de pecar un poquito, está bien. Es preferible comer con medida lo que se te antoja que te des un atracón; ademas, la culpa te carcomería.
Nada de castigos
Haz ejercicio si así lo deseas, pero no te castigues ni pases todas las tardes (incluyendo las de los fines de semana) ahí.
Sin miedos ni traumas
Recuerda que una cosa es que te cuides por tu salud y para que te sientas bien y otra es que te traumes por el temor de no entrar en un vestido o por lo que digan los demás. A final de cuentas, el vestido tiene que entrar en ti, no tú en él.