Lo peor que te puede pasar al tener un bebé, es que no te haga efecto la anestesia. ¡Ayuda!

Nadie te dice todo lo malo que puedes pasar al tener un bebé. Siempre te hablan de lo bonito y te aseguran que será la mejor experiencia de tu vida. No estoy diciendo que el ser mamá sea una mala experiencia. Más bien estoy hablando sobre una realidad que pasamos muchas mujeres y de la que pocas veces se habla. De verdad, siempre he escuchado decir que el embarazo y parto son una de las mejores experiencias de la vida. Sin embargo, muchas mujeres hemos sufrido de una u otra manera.

Tuve un embarazo saludable

Recuerdo que desde el momento en que me dijeron que estaba embarazada, me cuidé e hice todo lo necesario para que mi bebé estuviera bien. Tomaba mis vitaminas, acudía a mis revisiones y todo iba en orden. Tan bien la estaba pasando, que me olvidé por completo de lo más importante: la forma en que iba a nacer mi bebé. Fue hasta que me hicieron los ultrasonidos finales, que muchas ideas comenzaron a bombardear mi mente. Me dieron la noticia de que mi bebé venía al revés y eso significaba una sola cosa: cesárea.

¡Qué miedo!

Obviamente yo no quería que me rajaran la panza. Le tengo pavor a todo lo que tiene que ver con un quirófano, además nunca había estado en ninguno. Recuerdo que estuve investigando qué podía hacer, con tal de que no me abrieran. Prefería mil veces ponerme a pujar en lugar de que me rajaran en dos. Sin embargo, no encontré ninguna solución y tuve que resignarme a la famosa cesárea. Ese era mi principal miedo al tener un bebé. ¡Ayudaaaaaa!

Llegó el día

Me programaron para la cirugía y llegué, lista para conocer a mi bebé, pero con mucho miedo. Todo parecía marchar bien mientras me preparaban para llevarme al quirófano. Ya que estaba ahí, me pusieron una inyección en la espalda, o sea, la famosa anestesia. En ese momento, recuerdo que comencé a perder la movilidad de las piernas y sentía un frío espectral que recorría mi cuerpo. Bueno, parecía que ya estaba hecho el trabajo de la anestesia, pero…

¡Ahhhhhh, me están cortando!

La doctora se espantó y me preguntó que pasaba. Respondí que me dolía cuando me cortaban y ella se sacó de onda. No podía creer que estuviera sintiendo lo que ella hacía. Para comprobar que era cierto, me preguntó cómo me estaba cortando y le respondí. Acto seguido ordenó que me pusieran un poco y sólo un poco de anestesia. No podía ser mucha, porque podía dañar a mi bebé. Actuaron lo más rápido posible para sacar a mi bebé y lo demás ya no lo recuerdo.

La moraleja que me queda es: ya no quiero más bebés, porque justo en el momento que más miedo me dio, fue cuando más sufrí.