Hace algunos días fue la boda de uno de mis amigos. Por ello, un par de semanas antes comencé a buscar mi atuendo para ese día. Ya tenía el vestido, los accesorios e incluso había pensado en el makeup. Sin embargo, estaba dejando de lado todo el tema de los zapatos. Tenía unos stilettos que solo había usado unas tres veces en la vida ya que no me hacían sentir cómoda y hasta me sentía como Bambi. Por ello decidí comprar unos nuevos y estrenarlos ese día y esto fue lo que sucedió…
Los que yo consideré unos buenos tacones nuevos
Como ya les había contado los stilettos que siempre utilizaba para eventos formales eran cómodos, pero en realidad jamás me gustó usarlos. En este sentido soy una chica que prefiere la comodidad antes que el glamour. Por tanto, esos tacones estaban en la esquina más olvidada dentro de mi clóset. Sin embargo, no todo era tan malo, pues en realidad tenían una plataforma adecuada en la que se apoyaba toda la parte delantera de mis pies. En consecuencia, mantenía el equilibrio al utilizarlos y no me cansaba. Lo que no sabía es que sólo ese corte y estilo me darían ese soporte, en consecuencia, otro tipo de tacones nuevos no podría hacerlo.
Esto fue lo que sucedió el día de la fiesta
La verdad es que también tenía ganas de utilizar tacones nuevos. Por eso, en cuanto vi la oportunidad, corrí por unos zapatos nuevos. Me pasé toda una tarde viendo distintos modelos, acabados y colores, pero jamás pensé en la forma de los mismos. En ese sentido olvidé que la comodidad te la brinda la horma del calzado. Además, en ese aspecto también influyen los materiales, pero muy poco. Yo me centré en el ancho del tacón. Ingenuamente pensé que entré más ancho, más estabilidad tendría. Por tanto me decidí por un par de stilettos con tacones anchos. Me los probé y claro durante los dos minutos que los usé, todo iba de maravilla, pero después…
Lo que jamás debí hacer
Y por fin llegó el día de la boda, yo me arreglé, me vestí y me fui como si nada. Como durante todo el trayecto fui en coche estaba muy segura de que los tacones eran muy cómodos. Pero el martirio llegó cuando me levanté para ir a la misa. Como llegamos muy temprano decidimos caminar un poco para conocer la iglesia y fue allí cuando me di cuenta de mi maravillosa idea. Sentía una leve presión en los pies y caminaba como pingüino, supuse que debí haber caminado con ellos antes de la boda, pero no me preocupé. Así seguí durante la mayor parte del día, pero cuando llegó la noche, lo peor me estaba esperando… Jamás debí llevarme a un evento de tantas horas unos tacones que no había utilizado más que los instantes en que me los probé. No podía caminar, mucho menos bailar. Cada vez que podía me sentaba y no había quien logrará que hiciera otra cosa.
Al final de la velada…
Como suelen hacerlo en muchas bodas, los novios regalaron un par de pantuflas. Vi como muchas señoras y chicas las usaban. Sin embargo, me resistí a dejar mis tacones nuevos y hacer lo mismo, pero a cada minuto que pasaba mi agonía empeoraba. En consecuencia terminé cediendo y las utilicé hasta que regresé a casa. Espero que eso les sirva como un ejemplo de lo que jamás deben hacer…