Entré a la clase de yoga con un poco de mala actitud, un mat de yoga prestado y mucha incertidumbre al respecto. Había mucha gente y comencé a sentir que me iba a agobiar esa primera vez. Sin embargo, la clase comenzó y a la mitad de ella ya sentía un estado de ánimo completamente diferente. Te voy a contar del cambio que ha tenido mi cuerpo desde que hago yoga.
El cambio en mi estado de ánimo
Si te soy sincera, los lunes para mi eran una pesadilla. Despertarte al alba para tener que cruzar la mitad de la ciudad hacia mi trabajo era un fastidio. Sin embargo, ahora espero el lunes con muchas ansias. Este día me toca ver al profesor de yoga con su gran capacidad para calmar a un montón de mujeres enfurecidas al inicio de la semana. Ahora puedo cambiar la forma en la que comienzo mis semanas gracias a algo de meditación y al yoga que ayuda a crecer a mis músculos.
Hacía ya mucho tiempo que un ejercicio no me parecía retador, pues el yoga que yo practico se llama ashtanga yoga. Este consiste en una serie de posiciones rápidas que obligan a tu cuerpo a mantener una respiración calmada mientras haces fuerza. Mi estado de ánimo ha cambiado radicalmente desde que practico yoga tres veces a la semana. Lo percibo aún más cuando no me da tiempo de ir, pues en unos 15 minutos de clase calmo mis sentidos y puedo dormir como nunca en la vida.
Mi apetito cambió
Por las noches suelo ir a nadar y a pesar de ello mi cuerpo raras veces me pide un poco más de comida. Desde que hago yoga no solo he adoptado las cenas como una rutina diaria, ahora mi estómago ya no acepta ciertos alimentos. Adiós a las galletas, al cereal y al ocasional refresco de guaraná que tomaba. No sé qué es lo que ha pasado en la química de mi organismo, pero cuando como alimentos dulces por la noche, mi boca termina con un sabor amargo que no tolero. A pesar de los enjuagues es algo que no se quita. Esto me ha obligado a recurrir a las verduras y al atún para cenar.
Adiós, dolores de espalda
Siempre he sufrido de escoliosis y asistía a terapia para deshacerme de los eventuales dolores de cuello y de espalda baja que solían doblarme. Sin embargo, a pesar de practicar fisioterapia, más de un año, siempre terminaba regresando. Ahora, desde que tomo tres clases de yoga a la semana, es muy raro el día que mi espalda me duela. Ha sido un cambio de adentro hacia afuera. El cambio que tenido mi cuerpo desde que hago yoga ha sido para bien en muchos aspectos. Me ha enseñado paciencia y también la forma en la que mi cuerpo se comunica conmigo. Quizás hace algunos meses hubiera seguido cenando cosas dulces a pesar de mi horrible sabor de boca; el día de hoy, el yoga me ha enseñado a respetar más a mi cuerpo.
Si estás pensando en tomar clases de yoga te las super recomiendo. Espero que al igual que a mí te cambie la forma en la que vives tus días.