Cuando conoces a una persona con la que tienes química y la convivencia es muy buena, con el paso del tiempo pueden pensar en una relación más seria o formal a futuro. Yo lo viví. Estuve con alguien con quien tenía una increíble química. Nuestra relación iba viento en popa, pero luego de un suceso las cosas cambiaron. Fue justo en ese momento que empecé a dudar si quería que él fuera el padre de mis hijos.
Diferentes ideales
Si algo nos había unido fue la forma en que veíamos el mundo. Nos conocimos al estar estudiando y nuestras carreras eran muy afines. También nuestros amigos se conocían y eso hacía que cuando salíamos la pasáramos muy bien. Incluso, concordábamos en algunos temas relevantes. Cuando teníamos problemas, siempre buscábamos la mejor solución. El problema (o no) es que casi no convivíamos con la familia del otro. Optábamos por salir solos o en compañía de los amigos, pero nada más.
¿Y la familia?
Luego de unos años, comprendimos que la situación iba más en serio. Terminamos juntos nuestra carrera y pretendíamos construir un bufete en conjunto. Recuerdo que nuestros amigos nos decían que no era lo mejor. Temían que si algo pasaba en nuestra relación, las cosas fueran a hundirse en el aspecto profesional. Nosotros nos amábamos tanto, que no veíamos eso como una posibilidad. Por momentos hablábamos del futuro y yo no descartaba la idea de que él fuera el padre de mis hijos. Sin embargo…
Valores opuestos
El problema comenzó cuando empezamos a tener trato con la familia del otro. Cada vez que íbamos a su casa, su familia se portaba muy bien conmigo. Eran atentos y yo respondía a esa amabilidad. En mi casa, sucedió lo mismo, mis familiares eran muy amables con él. El problema era él, pues ahí se mostraba muy lindo, pero una vez que estábamos solos hacía comentarios inapropiados. La primera vez que sucedió, lo disculpé, pensando que era consecuencia de los nervios. Esa fue la primera señal de alarma que me llevó a pensar si realmente quería que él fuera el padre de mis hijos. Si bien seguimos conviviendo, muy pocas veces lo hacíamos con las familias. Sin embargo, hubo un momento en el que él habló de manera más formal sobre consolidar nuestra relación.
¿Sí o no?
En primera instancia, cuando hablamos de esa decisión, yo estaba emocionada y dispuesta a aceptar. Sin embargo, las siguientes veces de convivencia con mi familia me hicieron replantear mi decisión. Lo hizo una y otra vez. Cada vez que regresábamos de ver a mis padres, sus comentarios eran muy incómodos e hirientes. Me sacaba mucho de onda eso, pues no entendía por qué él tenía esa actitud si siempre le habían tratado de manera impecable. Eso fue haciendo que pensara más a fondo si quería decir sí a algo formal. Visualicé nuestras vidas a futuro y no quería estar con alguien que no pudiera estar bien con mi familia.
Padre de mis hijos, ¡jamás!
No quería que fuera padre de mis hijos o esposo mío alguien que no podía llevarse bien con mi familia. Mejor dicho, alguien que fingía llevarse bien y a sus espaldas se convertía en un patán. Me dolió un poco cuando tuve que decirle que no quería continuar con él. Sin embargo, estaba consciente de que mi familia siempre iba a estar a mi lado y tenía que hacer algo para defenderla.