Todo era perfecto cuando era niña, pues yo era la adoración de mis padres. Su mundo giraba entorno a mí hasta que llegó mi hermana. Ser la hermana mayor no es fácil, de un día a otro ya no eres la consentida y un pequeño ser capta la atención de tus padres, abuelos y de toda la familia. Aunque claro, también tiene sus cosas buenas, son personas con las que compartes gustos, escuchan tus problemas y hasta son tus cómplices en ciertas travesuras.
La hermana mayor es más independiente
Después de que mi hermana nació, mis papás dejaron de prestarme un poco de atención. Estaban concentrados en lo que hacía y dejaba de hacer mi hermanita. Al crecer, esto siguió pasando y hasta la fecha sucede. Cuando era niña y llegaba la hora de hacer la tarea, mi mamá solía dejarme sola mientras que estaba pegada a mi hermana. Al principio no me gustaba que a mí me dejara de lado, pero al crecer lo entendí. Los hermanos mayores siempre somos más responsables e independientes, es algo con lo que crecemos. La independencia es parte de mi personalidad y eso se lo debo a mi hermana, porque si no hubiera nacido me hubiera hecho muy dependiente de mis padres.
Eres el conejillo de Indias
Mis padres aprendieron a ser papás conmigo. Cuando llegó mi hermana todo fue más fácil para ellos y también para ella. Mis padres ya sabían cómo cuidarla, cómo regañarla y si se enfermaba sabían qué medicina darle sin ir al doctor. Sí, yo fui el conejillo de Indias. Al crecer esto siguió pasando. Un ejemplo fue la elección de la escuela. Primero experimentaban conmigo, me mandaban a una y si no les gustaba la escuela era seguro que a mi hermana no la inscribirían ahí. Durante todos estos años he aprendido y me he equivocado junto con ellos. Esto me ha servido para prestar más atención a las decisiones que voy a tomar. Sin querer me volví más analítica y precavida. Esto es una ventaja para mi hermana, ya que cada vez que me pide algún consejo yo trato de guiarla lo mejor que puedo para que tome una buena decisión.
Serás el ejemplo a seguir
Esto es sin duda una de las cosas que más viví de pequeña. Todo lo que hacía era observado no solo por mis padres, sino también por mi hermana. Era y sigo siendo el ejemplo a seguir de ella ya sea para bien o para mal. Si de niña me peinaba o me vestía de alguna manera, mi hermana siempre trataba de imitarme. Esto me molestaba mucho, yo quería ser la única con esos zapatos o la única peinada de dos coletas. Mis papás no ayudaban mucho, ya que cuando podían nos vestían igual y hay fotos que lo comprueban. Es molesto cuando alguien no es original y todo el tiempo trata de imitarte, pero cuando se trata de tu hermana comienzas a tolerarlo. Me convertí en alguien más paciente y aprendí a cuidar de mi persona en todos los aspectos.
La responsabilidad te acompaña siempre
Lo quisiera o no, desde el momento en que me convertí en la hermana mayor la responsabilidad fue mi compañera. Cuando mi hermana empezó a ir a la misma escuela donde yo iba, mis padres me la encargaban cada mañana. Tenía que cuidar de ella en los recreos. Si se enfermaba o lloraba mientras estábamos en clase, adivinen a quién buscaban, ¡a mí! Cuando éramos adolescentes, las dos compartíamos amigos en común y esto significaba ir a las mismas fiestas. Mis papás siempre me la encargaban y en las fiestas a las que íbamos no me divertía tanto. Tenía que cuidar que no se emborracha o se fuera con alguien sospechoso. Todo esto me volvió más responsable y no solo para cuidar a alguien más, también para ciertos aspectos de mi vida. Siempre fui la estudiante que entregaba todas las tareas, sacaba buenas notas en casi todos los exámenes y en mi vida laboral trato de seguir siendo así.