Ser madre no es nada fácil, créeme. Quienes tenemos la fortuna y responsabilidad de serlo sabemos que es una ardua labor de 24 horas y más. A pesar de ser una experiencia maravillosa, muchas veces nos hace perder el control y es necesario que sepamos y aprendamos a guardar la calma, ¿por qué? Aquí te lo cuento.
Pensar y razonar o explotar
Sin importar si somos mamás de tiempo completo o nos dedicamos a otras actividades, los hijos no pueden dejarse de lado. Necesitan de nuestra atención y amor, pero también necesitan algo más importante: paciencia. Así es, el amor puede ser la fuente para crear una relación amorosa o un lazo inquebrantable. Sin embargo, no es lo más importante para poder presumir de nuestro buen trabajo. Para sentirnos orgullosas de nuestro trabajo maternal, la paciencia es importantísima.
¡Paciencia!
Como te decía, sin importar si estamos muchas horas en casa o si tenemos que salir a trabajar, los hijos siempre nos esperan en casa. Es entendible que llegamos cansadas, a veces de malas, porque no fue un buen día en el trabajo. Incluso podemos estar abrumadas por el ir y venir de todos los días. Tal vez los problemas económicos nos perturban la mente o los cólicos se apoderan de nosotras. En verdad, son muchos factores los que pueden intervenir en nuestro estado de ánimo. A pesar de todas esas problemáticas, tenemos que lidiar todavía con nuestros hijos y las problemáticas que ellos viven. ¿Cuál es la mejor forma de hacerlo? ¡Con paciencia!
Aprende a guardar la calma
No te sientas mal si al llegar a casa sientes que todo se te viene encima. El hecho de ser mamá no significa que dejes de ser un ser humano. No, olvídate de esa imagen “perfecta” que han querido construir a nuestro alrededor. Ni somos super heroínas, ni somos incansables, ni nada por el estilo. Somos mujeres, tenemos sentimientos y también tenemos una vida que muchas veces se ve alterada por factores externos a nosotras. Así que si al llegar a casa quieres gritar, llorar o patalear, es válido. ¡Sólo ojo!, no te desquites con tus hijos.
Evita desquitarte con quien nada te hizo
Es normal que si llegas de malas o cansada a casa, te sientas vulnerable o irritable. A eso súmale el ruido de tus hijos al querer hablar contigo o al estar jugando. Cuidado, antes de actuar de manera impulsiva y gritarle a tus hijos, piénsalo dos veces. Piensa en todas las palabras que pueden salir de tu boca por todas las emociones que tuviste durante el día. Considera si realmente vale la pena que hagas sentir mal a tu o tus hijos por problemas que ni siquiera originaron ellos.
No esperes a que sea demasiado tarde
Puedes gritar y maldecir, pero el problema va a estar en lo que suceda después de eso. Podrás ofrecer disculpas por lo que has dicho, pero eso no es suficiente. Eso no sirve para borrar las heridas que causaste en el corazón de tu hijo. Analiza qué es lo que más te importa. En mi caso, lo que más me importa es la calidad de tiempo que le doy a mi hija. Sé que no es un trabajo fácil, pero no desistiré hasta que sepa que he hecho bien mi labor. Quiero una hija que me pueda ver a la cara con respeto y amor en lugar de miedo.