Gracias por quitarme de las manos lo que no era mío

Alguna vez llegué a pensar en buscar a esta otra mujer, ir a su casa y contarle a su marido todo lo que averigüé con sórdidos detalles. Afortunadamente después de unos meses de enojo, terapia y reflexión, hoy puedo darle las gracias a esta mujer por quitarme de las manos lo que no era mío.

Felices por siempre

Me casé muy joven. Tenía 23 años cuando enamorada e ilusionada por el futuro, tomé de la mano a mi marido. Pasaron los años y tuvimos tres hermosos hijos a quienes adoramos con el alma. Nuestra relación fue muy buena, tierna, tranquila… durante durante años. Hasta que un día de la nada comenzaron los retrasos para llegar a casa, las citas de trabajo los sábados hasta tarde y a veces hasta los domingos. Yo no tenía idea.  A los 32 años, mi vida con tres hijos en casa es bastante agotadora y apenas tenía tiempo para mí. La carga emocional es muy fuerte, más todavía cuando tu marido no llega a casa hasta las 10 p. m. y tú solo quieres meterte en cama a dormir.

Dos años de amorío y contando

Sin duda, yo no estaba tan atenta como debí haberlo estado. Mi esposo nunca me dio una pista. Yo lo veía inmerso en su trabajo, peleábamos poco y seguíamos teniendo buenos momentos juntos. Un día, por pura casualidad, una amiga me invitó a una comida a un restaurante cerca de casa. Dejé a los niños con mi madre para ir a ver a mi amiga un sábado por la tarde. Mi esposo dijo que iba a Guadalajara por asuntos del trabajo. Me puse un vestido muy mono y tacones, hacía semanas que no me sentía tan limpia. Salí con mucha ilusión de ver a esta amiga que no veía desde hacia unos meses. Llegamos al mismo tiempo al estacionamiento, nos reímos al respecto. Entonces entramos al restaurante juntas, ella delante de mí.

Y de repente…

Sentí como mi amiga se detuvo abruptamente a unos pasos de la entrada, lo que me hizo tropezar con ella. Yo estaba a punto de reírme cuando levanté la mirada y ahí estaba. Mi marido en la segunda mesa del restaurante junto a una mujer con cabello moreno y un bebé. Su cara se puso pálida como si fuera a desmayarse justo en ese momento. Yo no supe cómo reaccionar. Mi amiga intentó guiarme fuera del restaurante pero mis pies no podían moverse del piso. Mi marido se paró de la mesa y corrió hacia mí, mientras yo daba pequeños malos pasos hacia afuera del lugar.

Ahí estaba mi mayor miedo

Desde que me casé, ese siempre fue mi mayor miedo: que mi marido se enamorara de otra mujer y me dejará sola con tres niños en pleno crecimiento. Entonces mi cabeza dejó de pensar. Mientras él intentaba justificarse, mi amiga pedía el coche y yo estaba en shock. Las lágrimas no dejaban de correr, y solo pude meterme al coche y desplomarme. Después de un divorcio bastante feo y truculento, él me confesó haber conocido a esta mujer casada en un viaje de negocios. Ella sigue con su marido y el bebé es de su marido, o al menos eso es lo que a mí me dijo. La verdad es que ya no me importa de dónde salió ella ni cómo me quitó de las manos lo que no era mío.

Viví un año super duro

Deprimida, ansiosa y triste, pasé medio año en las nubes, entre abogados, lágrimas, culpas y muchas otras cosas que rondaban mi cabeza. Odiaba a esta mujer por haber llegado a mi vida a derrumbar todo lo que había construido por tanto tiempo. Por meterse en la vida de mis hijos y llevarse el amor de mi esposo. También lo odié a él como nunca lo había hecho con nadie. Me sentía tan traicionada, sola y defectuosa. Al final, me di cuenta de que el hombre del que se enamoró, ya no era de quien yo me había enamorado. Ya no era mío.

Ahora le agradezco por quitarme de las manos lo que no era mío

Agradezco a esta chica por quitarme de las manos lo que no era mío. Después de mucha introspección, me di cuenta de que separarnos es lo mejor para mí y mi ex pareja puede seguir siendo parte de la vida de mis hijos. Hoy, con 35 años, sé que tengo una vida por delante, que tengo que empezar a vivir. No te voy a mentir, a veces aún extraño ver a mi familia junta, y también despertar al lado del hombre que me prometió tantas cosas en el altar. Sin embargo, sé que no puedo pasar el resto de mi vida averiguando lo que pasó por su mente para hacer lo que hizo. Hoy solo sé que me tengo a mí misma y es lo único que importa. Creo que los años no fueron perdidos, pero sí desperdiciaría más dejando que estos pensamientos invadan mi mente.

Gracias por quitarme de las manos lo que no era mío. Por sacar de la foto al hombre que no era quién yo pensaba y por darme una nueva oportunidad de seguir adelante con mis hijos, amigas y familia.