Agradezco que hayas hecho mucho por mí hasta el final de tus días

Papito, te agradezco porque siempre pensaste en mí hasta el final de tus días. Incluso aunque ya no era tu obligación, jamás dejaste de preocuparte porque mi vida no fuera un caos. Aunque fuera un desastre, siempre estuviste a mi lado para alentarme a continuar con la mirada hacia el frente. Jamás me dejaste caer y sin duda eso lo llevaré siempre conmigo.

Siempre creíste en mí

Desde el día en que supiste que mamá me esperaba, el más emocionado por la noticia fuiste tú, además de ella. Tu alegría se incrementó al máximo cuando supiste que ese bebé era una niña. Contabas con emoción los días, esperando mi llegada. Luego, al paso de unos meses, por fin nos conocimos frente a frente. Al fin supe quién era esa persona que se había estado comunicando conmigo por medio de la barriga de mamá. No recuerdo ese momento, pero mamá me asegura que tus ojos al verme, brillaban como si hubieras descubierto el diamante más increíble sobre la faz de la Tierra. A partir de ese momento, no te alejaste de mí. No importaba si estaba enferma, si no tenía sueño o lo que fuera. Siempre estabas cerca de mí, haciendo que mi vida fuera mejor.

Nuestros pasos iban juntos

Recuerdo que el primer día de escuela estabas ahí, apoyándome y alentándome para continuar. Si algo tengo muy presente es esa idea tuya de que por muy malo que sea todo, siempre hay una solución. Aplica para todo en la vida y con el paso del tiempo lo he comprobado. Ya sea un día lluvioso, una mala racha en el trabajo, una pelea con la pareja. Todo tiene solución y tú te encargaste de enseñármelo incansablemente. Cada vez que me veías triste, no te dabas por vencido y me ayudabas a ver lo maravilloso de la vida. Ahora sé que lo más maravilloso que puedo tener en mi camino eres tú.

Siempre preocupándote por mí

Desde que era pequeña, y conforme fui creciendo, jamás dejaste de pensar en mí. Obviamente lo entendía, soy tu hija. Sin embargo, incluso cuando ya no era necesario, siempre me apoyaste. Me conocías a la perfección, sabías cuando algo no iba bien en mi vida. No tenía que decírtelo, tú lo sabías. Tú me conocías tan bien, que incluso aunque ya no tuvieras nada más que darme (según tú), siempre estabas a mi lado. Créeme, lo único que siempre necesité fue tu presencia, así que diste más de lo que era tu obligación y te lo agradezco.

Gracias por ser, por estar

Ahora que ya no estás, quiero decirte ¡gracias! Gracias por ser mi ejemplo, mi pilar, mi papá, mi amigo. Gracias por haber estado para mí hasta el final de tus días. Incluso aunque te sintieras mal o estuvieras cansado, siempre pensaste en mí y mi bienestar. No te preocupes por mí, papito, me enseñaste a cuidarme bien. Me diste las bases necesarias para continuar. Sí, confieso que te extrañaré, pero tu recuerdo siempre estará en mi corazón. ¡Te amo, papá!