Todos tenemos muy claro que en la mayoría de casos la familia no nos abandona sin importar si es un buen o mal momento. Al estar pequeños, vemos a nuestros padres como lo máximo y por eso el agradecimiento es infinito. Sin embargo, las cosas van cambiando conforme crecemos. Cuando encontramos pareja comenzamos a desapegarnos de nuestra familia, o al menos así tendría que ser cuando se formaliza la relación amorosa. Lo malo es que hay casos en que gana la familitis y obviamente la relación de pareja se ve perjudicada. ¿Quieres que te pase eso a ti?
Al formar tu nueva familia
Una vez que decides casarte y compartir tu vida con una persona, debes saber que la familia pasa a segundo plano. O bueno, así debería ser si de verdad quieres que funcione tu nueva familia. ¿Por qué? Porque a partir de ese momento debes tomar en cuenta la opinión de tu esposo, por encima de lo que tu mamá o tu papá digan. Si no marcas ese límite, sin duda tu relación se irá al precipicio. Hay que tener en cuenta que los padres siempre buscan lo mejor para nosotros, pero ahora ellos ya no deben ser quienes quieran seguir resolviendo tu vida. Ponte a pensar que a ti no te gustaría que la mamá de tu esposo se esté metiendo en cada asunto que es de él y tuyo.
No caigas en la familitis
Si permites que tu familia siga influyendo en cada una de las decisiones que tienes, tristemente tienes familitis (papitis, mamitis, hermanitis). Ellos no te dejarán crecer y tener tus propias decisiones porque sabes que te resuelven todo. No serás capaz de tomar las riendas de tu vida y siempre estarás a expensas de lo que ellos digan que tienes que hacer.
Lo más sano para que tu relación de pareja y con tu familia pueda convivir, es que marques límites. Si te casaste es porque quieres compartir tu vida con tu esposo, no con tus papás.