Cuando nacemos, nuestros padres nos dicen que nos parecemos mucho a ellos. Incluso la familia o amigos cercanos aseguran que nos parecemos a nuestra madre o a nuestro padre. Bueno, una cosa es parecerse físicamente, pero qué pasa cuando eso va más allá de lo físico. Nos guste o no, llega un punto en el que podemos ser idénticos a nuestro padre o madre, en la forma de hacer las cosas o en nuestras actitudes. Por ejemplo, yo me he dado cuenta que me estoy convirtiendo en mi mamá. No porque sea igualita a ella físicamente, sino porque mis comportamientos son similares a los de ella. ¿Te ha pasado?
No quiero ser como ella
Recuerdo que desde que era pequeña, siempre había dicho que no quería parecerme a mi mamá. Cuando me decían que me parecía a mi padre, levantaba la frente orgullosa. En cambio, cuando me decían que me parecía a mamá, me enojaba y no quería aceptar algo que es una realidad. Eso no quiere decir que no ame a mi madre o que no la admire, es todo lo contrario; pero también debo reconocer que hay muchas ocasiones en las que no me gustan sus actitudes y tal vez por eso es mi rechazo a parecerme a ella más allá de lo físico.
Sí, ella me enseñó todo lo que sé
Sin menospreciar la labor de mi padre, debo reconocer que mi madre ha sido quien más ha estado conmigo. Ella me enseño a decir mis primeras palabras, fue quien me enseñó a leer y escribir. Fue quien me motivó para aprender a caminar o andar en patines. Ella es quien sabe cuando algo va mal en mi vida, incluso cuando no se lo digo. Me ha enseñado que es mi gran confidente y amiga; además de una gran madre. Así es, me ha enseñado mucho, pero también he aprendido a conocer el lado oscuro de ella. Ese lado que pocos hijos se atreven a aceptar y reconocer en sus madres. Yo he aprendido que mi madre no es perfecta y en eso radica el gran amor que nos tenemos. Sin embargo, debido a eso es que no quiero ser tan igual a ella.
Destino inevitable
La realidad es que aunque no me guste a mí o a ti, llegará un punto en el que nos pareceremos mucho a nuestras madres. Así es, me estoy convirtiendo en mi madre porque ahora en lugar de llevarle la contra, he comenzado a comportarme como ella. Esa información está avalada por el Dr. Julian De Silva, quien publicó el estudio en el periódico británico The Mirror. Para esos hombres que han comenzado a burlarse, deben saber que al llegar a los 34 años, les pasará igual, pero siguiendo el ejemplo de papá.
Lo único que puedo decir como palabras reconfortantes, es que hay que recordar que papá y mamá han sido nuestro apoyo toda la vida y algo tenía que quedarse con nosotros.