El día que supe que estaba embarazada fue una verdadera sorpresa. Más lo fue porque ya tenía cuatro meses de embarazo y no había tenido complicaciones hasta ese momento.
Aún recuerdo la expresión de la doctora
En cuanto entré al consultorio y le comenté a la ginecóloga la razón de la visita, ella sonrió. Antes de hacerme un ultrasonido movió la cabeza y me dijo: “Sí estás embarazada y tienes más de dos meses”. Yo quedé paralizada ante su comentario, principalmente por lo del tiempo. ¿Cómo era posible que hubiera pasado tanto tiempo y yo no me hubiera dado cuenta?
¡Vaya sorpresa!
La doctora me hizo un ultrasonido y confirmó lo dicho. Tenía 15 semanas de embarazo y el bebé ya estaba más que acomodado en mi útero. Ella me preguntó si no había tenido algún síntoma o algo que me hiciera pensar en un embarazo. Le dije que no, pues seguía haciendo mi vida con toda la normalidad. Viajaba en moto, iba a la feria, hacía los paseos dominicales en bici, y subía cerros; jamás me pasó por la mente esa idea. Además, mi periodo seguía presente, por lo que nunca imaginé estar embarazada.
Todo era color de rosa
Como hasta ese momento no había tenido complicaciones, sentía que todo era perfecto. Nunca supe lo que eran las náuseas, el mareo o los terribles antojos. De verdad mi vida seguía igual, por lo que yo era la más feliz del universo. Tanta era mi felicidad, que me olvidé de todo lo que podía pasar más adelante. Al llegar a los 7 meses, supe que mi bebé sería una niña y eso me hacía estar más feliz, pero…
Comenzaron las complicaciones
El mismo día que me dijeron que mi bebé era una niña, también me dieron una noticia que yo no había tenido presente en mi mente. Me dijeron que el bebé venía en posición inversa, por lo que si no se acomodaba pronto, tendría que nacer por cesárea. En ese momento, comencé a ver la gravedad del asunto. Yo no quería que me abrieran y no tanto porque quedara una cicatriz en mi cuerpo, simplemente no quería porque sabía que la recuperación sería más complicada que con el parto natural.
Poco antes del nacimiento
En algunos pueblos de México se tiene la creencia de que los bebés pueden ser acomodados por ciertas mujeres. Yo, en mi desesperación por no ser rajada, busqué a una de ellas. Al llegar con la señora, me dijo que podía intentar mover a mi bebé, pero como ya estaba cómoda en esa postura era probable que la retomara. En ese momento tuve que resignarme a que me hicieran la cesárea. Así fue, un mes después me encontraba en el quirófano recibiendo la epidural para conocer a mi hija. ¿Quieres saber cómo me fue?, eso lo dejo para otra ocasión…