Tu cuerpo te engaña. De hecho, lo hace a propósito y de muchas formas. Tu mente tiene incontables trucos para que esperes ese momento cuando te llevarás otra cosa a la boca. ¿La razón? Lo cierto es que existen algunas razones y te voy a contar todo al respecto. Con la esperanza, claro, de que no vuelva a pasar.
Dormiste muy mal
Sientes el “grr” en tu estómago después de pasar una mala noche. Esto pasa porque tu cuerpo no descansó lo suficiente y le faltaron horas de sueño. La hormona Ghrelin o grelina es la encargada de desencadenar la señal de hambre. Lamentablemente la falta de sueño es una causa para que la grelina aumente dramáticamente. Además, cuando no descansas lo suficiente, tu cuerpo te pedirá a gritos carbohidratos, esto es porque son el principal combustible que busca tu mente. De hecho, algunos investigadores aseguran que las personas que duermen poco tienden a tener obesidad.
El día anterior comiste de más
La ciencia no tiene una base sólida para explicar este fenómeno. Al parecer, cuando te vas a dormir con el estómago lleno, al día siguiente te despiertas con más hambre que nunca. Aun no han encontrado respuesta, pero suponen que algún efecto ocurre en la química sanguínea que hace que tu mente te engañe para comer aún más.
Es el SPM
Algunas mujeres saben que va a ser hora de que llegue su periodo pues tienen mucha más hambre. De hecho, durante la etapa premenstrual aumenta la segregación de la progesterona. Dicho incremento genera un mayor apetito y una sensación incómoda en el cuerpo lo que resulta en un aumento en la alimentación.
No desayunaste
No desayunar o, peor aún, desayunar sin proteínas es de los peores errores que puedes cometer. Se ha comprobado que las personas que consumen desayunos altos en proteínas tienen menos antojos que los que comen fruta o simplemente no lo hacen.
Estás tomando bebidas muy azucaradas de dieta
Suena ridículo, pero en realidad tomar una bebida baja en calorías es una trampa para tu cerebro. El gusto por el dulce da la señal de que las calorías están en camino cuando de hecho nunca llegarán. Esto activa el cerebro que manda señales para que sientas apetito y compensar esa pérdida.
Estrés
Existe una base biológica que indica que comer compulsivamente es la respuesta natural de nuestro cuerpo ante una situación de estrés. En esta situación nuestro cuerpo la interpreta como evitar ser la “cena ” del adversario. Tener una buena condición física sería lo mejor en este caso para huir del lugar. Sin embargo, el estrés activa partes del cerebro para aumentar el apetito, esto para tener la suficiente energía como para huir del enemigo.
Tu cerebro puede ser engañoso, pero solo tú decides si le haces o no caso.