Yo te soñé hasta que te me hiciste realidad

Hija mía, debo confesarte que desde el día que supe que te estaba esperando, sabía que serías parte de mi realidad. Me sentía la mujer más afortunada y quería gritar a los 4 vientos tu llegada. Los meses de espera fueron los mejores de mi vida. A pesar de que hubo días oscuros, jamás me rendí, pues sabía que pronto te tendría a mi lado.

Gracias por ser mi realidad, pequeña mía

Desde el momento que supe que eras niña, ya estaba pensando en tu nombre.

Me llenó de mucha ilusión tu llegada porque sabía que te convertirías en mi todo, en mi cómplice de vida.

A partir de ese momento, supe que sería capaz de soportarlo todo para darte lo mejor a ti.

No te voy a negar que algunos días fueron complicados y lo que más me aterraba era al momento de tu nacimiento.

Algunos días eran muy cansados y sentía que iba a explotar. Lo único que quería era tenerte en mis brazos.

Sabía que ser mamá no sería fácil, porque tendría que dividir el tiempo que deseaba compartir contigo para también hacer mi trabajo y cosas de adulto que algún día entenderás.

Sé que a veces voy a cometer errores, pero de verdad trato de hacer las cosas lo mejor posible

Me han dado muchos consejos, pero me queda claro que lo que le funcionó a algunas madres a mí no.

Cuando llegaste…

Comprendí que tú me enseñarías muchas cosas y me harías disfrutar otras tantas.

Al verte, sé que no hay amor más puro que el que veo en tu rostro.

Soy una mamá como cualquier otra, pero lo que me hace especial es tenerte a ti a mi lado.

Cada día trato de ser la mejor versión de mi, para darte lo mejor a ti, no mereces más que eso.