Tu relación debería ser un refugio, no un campo de batalla

Ninguna relación debería ser un campo de batalla; sin embargo, nos aferramos a aquellas que nos hacen sufrir como si de ello dependiera nuestra vida. Hasta después de muchas heridas mentales, emocionales y, tristemente, físicas, que muchas chicas deciden salir de ellas. Esta es la recopilación de las cosas que agradecemos a los patanes, pero sobre todo a los buenos hombres  que han pasado alguna vez por nuestra vida. Las chicas que escribieron esto quedarán en el anonimato. Tu relación debería ser un refugio.

Gracias porque no le voy a permitir a nadie lo que tú hiciste conmigo

Ya está lejos de mi vida, pero cuando estuvo fue como un huracán que devoraba todo a su paso. Comenzó como una relación muy bonita, hasta que nos casamos y se convirtió en un infierno. Me quitó todo el dinero que tenía ahorrado, me hizo dudar de mí misma y me alejó de amigos y familiares. Me tuvo por muchos años aislada, hasta que un fatídico día decidí enfrentarlo y salí de casa con 4 costillas fracturadas. Le agradezco a este maltratador patán que me haya obligado a  llegar a ese extremo, pues sé que que hoy nada me puede quebrar.

Mi marido me enseñó que las batallas en pareja son menos duras

Él quería hijos, pero cuando intentamos tenerlos nada funcionaba. Un día, en una fiesta del trabajo de mi marido, él se acerco a una pequeña de unos 5 años. Yo lo ví a lo lejos y no pude dejar de notar el brillo en sus ojos cuando estaba jugando con la niña. Me sentí terrible, pasé toda la tarde evitando que las lágrimas salieran de mis ojos. De regreso a casa, estaba furiosa porque él había estado junto a la nena y a su mamá que era mamá soltera. Le reclamé: “Si quieres irte con ellas, deberías hacerlo llegando a casa”. Mi marido, con toda la paciencia de este mundo, no contestó a mis agresiones y cuando llegamos a casa cerró la puerta de nuestra habitación y me dijo: “Yo, quiero pasar el resto de mi vida contigo tengamos hijos o no”. Lloré en sus brazos hasta quedarme dormida. Dejamos de intentarlo y un buen día, sin más, quedé embarazada. 

Amor, gracias por enseñarme que el amor es un poco ciego

Salí de una relación en la que sufrí de violencia emocional. Mi novio me recalcaba todo el tiempo mis fallas. Si subía un kilo o no me depilaba correctamente, apagaba la luz para tener sexo conmigo. En ocasiones, me hacía sentir como la mujer más horrenda de este mundo. Y luego llegó a mi vida este chico, que en la primera noche juntos prendió la luz de la habitación. Yo estaba horrorizada, incluso temblando, hasta que él se me acercó y no dejó de decirme lo guapa que me veía esa noche. Gracias a ese pequeño acto, encontré la forma de verme de nuevo en el espejo y me encontré de nuevo. El amor es un poco ciego o quizá ve más allá de todo.

El dijo que ya no la quería, pero aún así la embarazó de nuevo

Creí fervientemente en un amante que me regalaba tardes de café, días de vacaciones laborales y noches de muchos orgasmos. Me dijo que yo era todo lo que él quería en la vida. Por tanto, me quedé por muchos años en un departamento pequeño cerca de la “casa grande”. Perdí amigas, mi madre cortó el contacto conmigo y todos a mi alrededor repudiaban mi amor por este hombre. En el fondo siempre le supe: él no era lo que yo creía. Y  justo en la fecha acordada para pedir el divorcio, se enteró de que su mujer estaba nuevamente embarazada. Le agradecí a su mujer cuando recibí foto del ultrasonido. Fue ella quien me dio valor para abandonar esa vida de miseria en la que ella también era presa. Ella puso una nota detrás de la foto: “Si quieres a mi marido es tuyo, desde hace mucho tiempo sé que existes y no pretendo seguir presa en mi casa. Así como tú, yo estuve en el mismo departamento esperando las mismas noticias, solo que ahora soy yo la que se divorcia. Espero que no te haga lo mismo que a mi. Suerte con todo”.

Tu relación debería ser un refugio para los malos días, para las situaciones difíciles. Un lugar para recibir amor, no lo contrario.