Nunca pensé que algo así me podía pasar. La complicidad de mi suegra con el adúltero de mi marido me tomó por sorpresa cuando me enteré. Seguro conoces casos, pues le puede suceder a cualquiera. Aquí te cuento mi historia.
Mi suegra y mi marido
La educación de mi marido fue más bien tradicional. Su madre fue la típica mujer que se queda en casa a atender la crianza de los hijos y a ocuparse de los labores del hogar. Como la mayoría de los hombres en México, era sobreprotegido por su progenitora. Nunca me pareció que esta situación fuera un foco rojo para alejarme de él. ¡Qué poco sabía!
Las primeras alarmas
Mi marido y yo tuvimos un hijo varón. Todo parecía marchar bien, aunque mi suegra siempre se inmiscuía en asuntos de la casa y de la relación con mi marido. Me pareció el típica suegra chismosa. Realmente siempre fue educada y amable conmigo, aunque siempre sentí que nunca estuvo de acuerdo con nuestro matrimonio. Nada dicho explícitamente, fue algo más sutil, miradas, comentarios pasivo-agresivos, etc. Siempre lo remediaba portándose bien conmigo.
No faltaban las insinuaciones de que yo era una mala esposa. Por ejemplo, criticar el quehacer de la casa, la manera en la que educaba a mi hijo o incluso la manera en la que “atendía” a mi marido. Los comentarios como “sírvele el café a tu marido”, o “tenle lista la comida a tu marido, que llega cansado del trabajo”, eran mi pan de cada día. Aunque me educaron tradicionalmente, hacía lo mejor que podía, pues además de atender mi hogar, trabajaba.
Mi esposo, el infiel
Yo no sospechaba nada, siempre sentí que vivíamos una relación feliz y plena, pero a él siempre me ocultó algo. No me podía ser fiel, su hombría dependía de su capacidad para conquistar a otras mujeres. Creció escuchando que podía tener a todas las mujeres que quisiera, que el sexo en el hombre era una cuestión necesaria.
Recordar cómo me enteré es muy doloroso. Recibí la llamada de una mujer carcomida por la culpa que me confesó haber tenido una aventura con mi “querido” esposo. Esa noche tuvimos una larga discusión y terminé corriéndolo de la casa.
Mi suegra, la solapadora
Al otro día mi suegra tocó mi puerta. Ingenuamente pensé que venía como apoyo o a saber por qué mi marido había pasado la noche en su casa. No daba crédito a lo que me dijo a continuación. ¡Comenzó a justificar a su hijo! Me dijo que lo que él hacía no tenía nada que ver conmigo. Que así eran los hombres, que yo era la madre de su hijo y que siempre iba a ser así. Quería que aceptara de vuelta a su hijo, pero eso nunca iba a pasar.
Lo que pasó después
Obviamente no lo acepté de vuelta y estamos en trámites de divorcio, pues por su educación jamás podrá ser un marido fiel. De igual manera, por la mía, nunca podría mirar para el otro lado. Me queda una lección: la educación que recibimos es crucial en la manera que llevamos nuestras relaciones. A mi hijo le he enseñado la importancia de la lealtad en una relación, el respeto que se le debe dar a toda mujer y, sobre todo, que por ser hombre no debe cumplir ningún rol o estereotipo que no quiera.