Sí, amo a los animales, pero esto me hizo tenerle fobia a los tiburones

A estas alturas, estoy segura de que ya sabes que me encantan los animales. Lo que no te he contado es que le tengo fobia a aquellos pececitos que tienen de 5 a 15 filas de dientes en cada mandíbula. ¿Sabes de quiénes te habló? ¿No? Bueno, ¡de los tiburones! No creas que este sentimiento surgió por las películas de estos mamíferos marinos, porque el verdadero motivo es…

La sorpresa del verano

Todo se remonta a cuando tenía 7 años de edad, aproximadamente. Ese verano mi mamá nos dio una excelente noticia: pasaríamos parte de las vacaciones en Cancún, Quintana Roo. Como era de esperarse, estaba más que emocionada porque siempre me ha gustado el mar. Así que la idea de ir a un lugar con muchas playas se me hacía de los más maravilloso.

Viaje en marcha

Cuando finalmente salí de vacaciones, de inmediato hicimos las maletas para emprender el viaje. Éste no fue largo, ya que de Mérida, Yucatán, a Cancún se hacen unas tres horas. Sin embargo, como cualquier niña emocionada, a cada rato preguntaba si el destino estaba cerca. Para que te hagas una idea, yo era como Burro de la película Shrek, en esa escena que siempre preguntaba: “¿Ya mero llegamos?”, “¿ya merito?”.

Playa y más playa

Nuestra primera parada fue en nuestro majestuoso hotel; es decir, la casa de la prima lejanísima de mi madre. Tras instalarnos, salimos a conocer la zona y algunas plazas. Pero mi parte preferida fue cuando llegamos a la primera playa. Según mis recuerdos, el agua se veía hermosa y el clima estaba de 10. Ohhh, y la arena, ¡ni que decir!

Problemas de salud

Hasta ese momento, el viaje era increíble. Por lo general, me la pasaba con mi hermano mayor, ya que mi hermanito estaba delicado de salud. De hecho, eso ocasionaba que mi madre y mis dos hermanas centrarán su atención en él. A mi hermano y a mí no nos molestaba, ya que entendíamos la situación y sólo teníamos algo en claro: había que disfrutar las vacaciones. ¡Y vaya que lo hicimos!

Viaje en lancha

Como si ir de vacaciones no fuera suficiente, mi madre nos dio otra sorpresa: haríamos un tour marino, cuyo destino final era Isla Mujeres, ahora mejor conocida como Dolphin Discover. Como te imaginarás, nuestro medio de transporte fue una lancha. Además de mi familia, en la embarcación iban tres familias más; una de ellas venezolana, cuyo hijo menor tenía la misma edad que mi hermano. En tanto que sus dos hijas tenían casi la misma edad de mis hermanas, quienes son 10 años más grandes que yo.

Haciendo amigos

En aquellos días, mi hermano era una persona muy sociable, así que terminó haciéndose amigo del niño venezolano. Todo el recorrido estuvieron juntos y participaron en todas las actividades. Mi familia supervisaba a mi hermano, pero se limitaba para algunas cosas, a fin de cuidar a mi hermanito. Y si te preguntas qué pasaba conmigo. Bueno, en esos días tenía mi encanto y eso me ayudó a tener por ese día cuatro hermanas; sí, las mías y las dos venezolanas, así que éstas últimas me ayudaban a adentrarme en el mar.

Resignada y asustada

Finalmente, llegamos Isla Mujeres, donde había muchos “atractivos”. ¿Cuál crees que era uno de ellos? Pues sí, un tiburón bebé en exhibición. Recuerdo que sabía qué era ese animal, pero simplemente no sentía curiosidad de verlo. Sin embargo, las chicas venezolanas me insistieron en acompañarlas a conocerlo, a lo que dije “no”. Pero mi familia me dijo que no debía ser grosera y descortés, luego de que ellas habían sido muy lindas conmigo. Resignada, con las venezolanas me adentré al área restringida y ahí se encontraba aquel animal: un tiburón gato.

La marca de mi infancia

Lo peor no fue estar ahí con el tiburón, sino que, como era de las pequeñas,  todas las personas me cedieron el paso para que lo observara de cerca. Pero sobre todo, que lo acariciara, cuando era lo último que quería hacer. Sólo recuerdo que su piel era muy babosa y que sus bigotes eran enormes. De modo que sólo quería salir de ese lugar. Como te darás cuenta, el animal no me hizo nada, pero esa “convivencia” fue suficiente para que me quedara con un trauma de por vida.

¿Una fobia?

Sí, así es. Las fobias no son trastornos psiquiátricos, sino trastornos psicológicos. Y de acuerdo con un manual de trastornos mentales, “una fobia es un temor persistente, excesivo o irracional que se desencadena por la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos”. Una de mis hermanas es psicóloga y, aunque no debe evaluarme, me dijo que lo que me ocurrió fue que no canalicé bien lo que pasó y desaté una fobia.

Buena actitud

Tal vez esta anécdota no sea tan bonita, pero lo positivo es que he “aprendido” a vivir con mi fobia. Lo que quiere decir que si tienes una fobia, puedes hacer lo mismo. ¿Qué cómo lo logré? Bueno, eso tendrás que descubrirlo en el siguiente texto que te haga. Te prometo que te ayudará.