La cuarentena nos está dejando muchos aprendizajes que sin duda debemos tomar para la vida de ahora en adelante. Soy madre soltera y por decisión propia, me salí de casa de mis padres para hacer mi vida junto con mi hijo. Debo reconocer que en un principio parecía una idea perfecta. Ya sabes, eso de independizarse está padre. Además, quería demostrarme y demostrarle a todo el mundo que era capaz de todo. Quería demostrar que era invencible. Y así había sido, hasta estos días de encierro.
Todo se salió de control
En cuanto comenzó la situación de la pandemia, pensé que sería la oportunidad perfecta para pasar más tiempo con mi hijo. También pensaba aprovechar todo ese tiempo para poner en orden la casa. Incluso me propuse hacer limpieza profunda. Sí, tenía muchos planes, pero no contaba con que seguiría trabajando a la distancia. En un principio era sencillo, pues sólo me enfocaba en eso y en las labores del hogar. La cosa cambió cuando nos dijeron que los niños tenían que tomar clases en línea para ponerse al corriente y que no quedara desaprovechado todo este tiempo. En ese momento tuve que cambiar mi rutina por completo.
Las mañanas ya no las tenía para mí
Como sus clases las pasan por la mañana, tuve que reajustar mi hora de trabajo para poder sentarme con él a hacer las actividades. Luego, también teníamos que hacer todo lo que les dejaban de tarea. En fin, era atender los asuntos escolares y ya después hacer lo mío. Los primeros días parecía sencillo e incluso divertido. Pero conforme pasaban los días, lo único que sentía era que el mundo se me venía encima. Ya no podía más. ¿Cómo lo supe? Me sentía más cansada de lo habitual, incluso más que cuando hacía limpieza en la casa.
No, claro que puedo, soy invencible
Debo reconocer que tanto amigos como mi familia me dijeron que lo mejor era irme unos días a casa de mis padres. Así ellos podrían echarme la mano con las tareas de mi hijo mientras yo trabajaba. En un principio no quise, pues me sentía débil. No quería que los demás me vieran de esa forma. Quería demostrar que podía con eso y más. Sin embargo, hablando con una amiga, me dijo que justo en estos momentos era cuando menos debía sentirme invencible. De hacerlo, iba a terminar al borde de la locura y con un colapso. Necesitaba ayuda, eso era evidente y debía aceptar la que me estaban brindando. Además, sabía que de no hacerlo, muy pronto podría enfermarme y justo en este momento no podía darme ese lujo.
Dejé de lado mi orgullo y acepté irme unos días a casa de mis padres. La verdad es que me ha funcionado muy bien y les agradezco que a estas alturas sigan apoyándome incondicionalmente. Estoy muy agradecida por la familia que tengo a mi lado.