Ser diplomática o no al terminar una relación, ¿qué conviene más?

Durante toda mi vida he pensado que lo mejor al terminar una relación es ser diplomática. No es que me importe lo que los piensen de mí los de más. En realidad eso me da igual; sin embargo, no por eso dejo de ser educada. Desde siempre he sido así: educada, pero no dejada. Obviamente eso lo he ido aprendiendo con los años y con las experiencias. No creas que de un día para otro ya lo sabía. Las relaciones que he tenido me han enseñado más de lo que pudieras imaginar. En su momento, algunas, me han hecho sufrir y hundirme, pero de cierta manera lo agradezco, porque ahora más que nunca tengo bien claro quién soy.

No todo está perdido

Pese a lo que podía pensar a primera instancia cuando terminaba con alguien, no es el fin del camino. Pensaba que no sabía a dónde ir ni qué hacer, pero en realidad era un engaño mental. Creo que me dejaba llevar mucho por lo que veía en la tele y tenía como referente. Está canijo, pues de manera directa o no, es un aprendizaje que se va quedando contigo. El ejemplo más claro es el que nos daban las princesas Disney, pues ellas se sentían incompletas hasta que llegaba su príncipe. ¡Por Dios! Imagínate si a estas alturas de la vida siguiéramos creyendo eso. Sin duda estaríamos perdidas en una espiral sin fin, pues estaríamos esperando algo que jamás llegaría. Bueno, esos son los referentes a los que me refiero que teníamos como ejemplo. Debido a eso, es probable que nuestras actitudes siempre hayan sido tan “modositas”, nos portábamos bien y “aguantábamos” porque creíamos que en algún momento la situación mejoraría.

Nada cambia

A pesar de querer mantener las esperanzas, déjame decirte que no va a suceder. Nadie cambia de un día para otro y menos si esa persona no lo decide. Así tú seas la “mujer perfecta”, si tu pareja no quiere hacer nada por sí misma, nada sucederá. Lo más recomendable es que salgas algunos meses con una persona antes de decidir tener una relación con ella. De esa forma puedes conocerla mejor y déjame te digo que ni así terminas de conocerlo. ¿Te has fijado cómo terminas las relaciones? ¿Has sido amable? ¿Piensas en quedar en buenos términos con el otro? ¿Qué haces?

Personalidad camaleónica

Si algo he observado en mi “evolución” de una relación a otra es la forma en que me comporto y hago las cosas. No digo que deje de ser yo o que finja ser algo que no soy. Simplemente he ido cambiando y mejorando en los aspectos que me hacen fallar. Aunque quiera negar que tengo fallas y que la culpa es del otro, no es así. Para crecer y seguir adelante lo más importante es que yo acepte mis errores y trabaje en ellos. Sin importar eso (por ahora), siempre he optado por ser muy amable. Incluso, si me pongo a hacer memoria, yo no había terminado con casi ninguna de mis relaciones. Siempre eran ellos los que se encargaban de hacerlo. Yo no tenía el valor necesario o era tan “amable” que optaba por dejarles la chamba pesada. Puede que suene super loco y que te preguntes cómo hacía para seguir aguantando en un sitio en el que ya no quería estar. De una manera u otra, enviaba señales para que ellos tomaran cartas en el asunto. Jamás había tenido que ser diplomática en una relación, pues todo quedaba claro y no había marcha atrás.

“Ya no quiero”

Cada vez que esa frase salía a relucir, quedaba más que claro que no había nada más que hacer. No soy de las chicas que ruega o pide una oportunidad más. Para mí el “ya no quiero” era y es el punto final. Sin importar si ellos o yo éramos los que lo decíamos, no había marcha atrás. Son palabras amables con las que terminas una relación, sin que nadie salga herido. Aunque, obviamente, después corría a llorar, pero eso ya era para cerrar ese ciclo en mi vida.

Ser diplomática, ¿sí o no?

En general, buscaba terminar cualquier relación de la manera más amable y amigable. Así había sido, hasta que se topó en mi camino alguien que me hizo conocer otra faceta de mí. A grandes rasgos puedo decir que era un buen sujeto, siempre que estuviera lejos. Cuando empezamos a salir me trataba muy bien y era muy lindo conmigo. Luego de unos meses los sentimientos ya se habían involucrado y nos dejamos llevar por esa enorme cascada de emociones. Parecía que la relación iba bien, pero luego de un tiempo él empezó a ser muy encimoso. Creo que las muestras de amor son aceptables, siempre que no sientas que el otro te asfixia. Cosa que ocurrió: él empezó a asfixiarme. Si no le contestaba los mensajes pronto, se ponía neurótico. “¿Dónde estás, por qué no contestas, estás bien, qué pasó, sólo dime si estás bien?”, eran algunas de las preguntas. Podrías pensar que eran lindas preguntas y que él de verdad se preocupaba por mí, pero yo lo veía de otra manera.

Condicionamiento

Mis amigas y gente cercana me decían que se veía que era un buen chico, que me quería, que era atento, que ellas desearían tener a alguien así. Blah, blah, blah. Al principio estaba padre, pero después de unos días ya no. Me enfermaba el hecho de que todo el tiempo quisiera estar vigilándome. No pasaron muchos días para que comenzara a cansarme y mandarlo lo más lejos posible. Lo hice, sí y parecía que él respetaba la decisión. Me dijo que estaba bien y que todo quedaba en buenos términos. “Wow”, no pensé que fuera tan fácil librarme de ese hombre.

Falsa alarma

Todo fue demasiado hermoso para ser cierto. Al día siguiente estaba de nuevo ahí, hablándome. Diciéndome que si sentíamos algo mutuo debíamos luchar por ello. De mil maneras me dijo que no quería alejarse de mí. Ya no hallaba la manera amable de decirle que no quería ya nada con él. Opté por dejar de ser diplomática y tuve que decirle de un modo poco agradable lo que sentía. Fue hasta ese momento que hizo caso y dejó de insistir. Acto seguido me sentía mal yo, pero entendí que si no lo hacía de esa manera, él no se iría. No niego que la pasé bien con él, pero la regó en cuanto trató de manera mi tiempo a su antojo.

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