Después de una adolescencia bastante turbulenta y de las dudas que atravesaron por tu cabeza por muchos años, por ahí de los veintitantos comienzas a darte cuenta de la mujer tan completa en la que te has convertido. Ahora eres una mujer que ha madurado. Y sin que te dieras cuenta.
Amas el tiempo que pasas con las personas
El tiempo ya no es como era antes. Como cuando eras una adolescente y tenías toda las tardes para ver a tus amigas y fiestear cada fin de semana. Sabes perfecto que cada persona tiene un estilo de vida que involucra pareja y sobre todo mucho trabajo. Ahora disfrutas los momentos que pasas con tus amigas y la forma en la que los pasas.
Dejas de querer complacer a los demás
Sí, por fin lo aceptaste. No puedes ser amiga de todos y tampoco tienes por qué caerle bien a todo el mundo. Has aprendido que a la única persona a la cual tienes que complacer es a ti misma. Vivir la vida cada día es una aventura que estás dispuesta a vivir sin fijarte en el qué dirán.
Sabes perdonar y soltar
A veces la vida nos da golpes y, claro, nos duele bastante, pero eso no significa que no puedas personar a la persona que te hizo daño y desearle una buena vida. Una mujer que ha madurado sabe que no se puede vivir la vida llena de rencores.
Te conoces más a ti misma
El día de hoy sabes perfectamente quién eres y lo que quieres en la vida. Tu personalidad ya se ha manifestado completamente y no te contienes. Eres muy feliz con la mujer que eres el día de hoy.
Sabes que si se cierra una puerta el universo te abre una ventana
Sí a las segundas oportunidades, sí a seguir amando, sí a levantarte y sí a estar enojada o triste o melancólica. La vida es para eso. Vivirla al máximo depende de cada una de nosotras. Y si aún no estás convencida de que el universo conspira para que seas feliz, quizá no ves en el espejo a quien no deja que seas feliz. Una mujer que ha madurado busca su felicidad sin importar los obstáculos.