Hace un par de días estaba viendo un stand up muy gracioso. Todo se tornó un poco crudo cuando el cómico hizo un chiste acerca del racismo en México. Lo que más me impactó fue un comentario: “Como soy moreno pues padezco de una terrible discapacidad”. Todo mundo se rió de ese chiste como si lo entendieran y recordé que en este país entre menos moreno seas, eres más atractivo, tienes mejores oportunidades laborales, etc. El racismo está tan presente en nuestra cultura que no lo sentimos. ¿Tú lo padeces?
El miedo al otro
A veces olvidamos que debajo de nuestra piel se encuentra lo que de verdad vale la pena. El respeto, la solidaridad, la comprensión, la camaradería y el amor nos definen como seres humanos. En este sentido, tenemos la capacidad de entender que las diferencias antes que dividirnos nos permiten comprender al mundo desde diferentes perspectivas. No obstante, en la piel también se alojan los prejuicios, miedos, el odio y la exclusión. ¿Qué tiene de bueno ser moreno, blanco o negro?, ¿no se supone que lo más importante es si eres una persona buena o no?
Es que eres bonita porque estás güerita
No saben la cantidad de veces que he escuchado: “Eres más bonita porque eres blanca”. Otra que me hace enojar en dos segundos es: “Hay que mejorar la raza”. ¡Basta! No es posible que sigamos pensando que el color de piel nos hace mejores o peores personas. Ni siquiera hay una razón científica que compruebe la superioridad o no que tiene un tono u otro. Simplemente se trata de un problema sociológico que se relaciona con el poder. Uno que data desde tiempos muy remotos, relacionado con colonizadores, reyes y políticos. ¿Ven lo absurdo que suena?
El color de piel como un insulto
El racismo se instaura en la cultura de forma tan intrínseca, que no nos percatamos de su presencia. Apodos como “güerita”, “negro”, “güera de rancho” nos parecen normales y hasta graciosos. En peores ocasiones he escuchado que cuando una persona es penosa, le dicen: “No seas indio”. ¿Qué sucede con nosotros que seguimos con estos prejuicios? Es tiempo de amarnos tal y como somos sin que importen cosas tan pequeñas como el color de nuestra piel o nuestra belleza física.