¿Qué pasa cuando lo que estás estudiando en la universidad no es lo que quieres? Descubrir que finalmente la carrera elegida no es tu vocación parece una cuestión muy complicada, pero es más común de lo que imaginas. A mí me pasó y te contaré qué fue lo que hice al respecto.
Quiero ser arquitecta

Recuerdo que desde que estaba pequeña, me gustaba mucho dibujar. Pocas personas en mi familia tienen el don de dibujar increíble. Una de esas personas soy yo, por lo que desde que tengo uso de razón, no tuve problema para hacer dibujos de diferentes cosas. Conforme avanzaba, sin trabajo hacía retratos o dibujos de casas o edificios. Era un gran placer y me encantaba pasar tiempo haciendo eso.
Planos y maquetas

Cada vez que en la escuela me encargaban hacer una maqueta, yo era la más feliz. Amaba hacer las maquetas a escala; cuando se trataba de dibujos, muchos de mis amigos acudían a mí para que los ayudará. Desde pequeña me sentía muy productiva en ese sentido; conforme iba creciendo, mis padres se dieron cuenta de que eso era lo que me apasionaba. También había otras pasiones en mi vida, una de ellas era la música.
La música me encantaba

Además de que me gustaba hacer dibujos, principalmente de estructuras, también me gustaba lo referente a la música. Tomé clases de diferentes instrumentos hasta que me decidí a tocar el violín. Dibujar y tocar música el violín me hacían sentir plena. Sin embargo, conforme crecí y tuve que elegir qué hacer con mi futuro, decidí estudiar arquitectura.
¿Qué pasa si no es lo que quieres?

Al principio me sentía bien en esa carrera, disfrutaba aprender a trabajar a escala y mejorar en cuanto hacer detalles en los planos. Ahora sabía que podía hacer mi propio plano para el lugar en el que me gustaría vivir. Tenía buenos maestros y trataba de sacarle el mayor provecho a lo que me enseñaban.
La chispa se apagó

Los primeros meses fueron grandiosos. De hecho, estuve un año estudiando arquitectura, pero no me sentía plena. No me veía a futuro solo haciendo planos. Sabía que podía andar en el exterior corroborando que los planos estuvieran bien, pero no era suficiente. Pensé, “¿qué tal si la arquitectura no es lo que quieres?”. Me dio miedo equivocarme con la decisión que había tomado, pero opté por decirle a mis padres que ya no seguiría.
Mucho apoyo

Contrario a lo que pensé, mis padres me apoyaron en todo momento. Me dijeron que no tenía nada de malo tomar esa decisión. Era mejor eso a tener que estudiar algo que no me iba a hacer feliz. Decidí hacer mi examen para entrar a la Escuela Nacional de Música y aprobé. Gracias a toda la preparación que tenía no fue difícil adaptarme. Al estar yendo y viniendo con la orquesta, me di cuenta de que eso me hacía feliz. Mi piel se ponía chinita cada vez que tocaba un instrumento y supe que eso era lo que quería para mi vida.
Sabía que podía seguir dibujando, pero sin la necesidad de tener que estar todo el tiempo dibujando cosas que no serían sólo para mí. La música es mi vida y me agrada haberme dado cuenta de eso. Nunca es tarde para que sigas tus sueños.