En qué momento tienes que ceder

Para que tu relación funcione, a veces (solo a veces) tienes que ceder. La pregunta es ¿cuándo? Para ayudarte a reconocer el momento en el que es mejor no insistir en tu punto de vista, evaluamos algunas circunstancias. Así podrás tomar la decisión con mayor certeza y que te haga sentir bien.

No siempre tienes que ceder

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Creemos que ceder puede salvar nuestra relación, pero la realidad es que a veces, por más que queramos, no se puede. ¡Ah!, pero también hay situaciones en que nuestros enfados son irrelevantes. No importa cuál de los dos ceda porque ambos o ninguno tiene la razón. Además, hay otros momentos en que sabemos que es nuestro turno de dar nuestro brazo a torcer. Veamos cuándo sí es buena opción hacerlo.

No siempre tienes la razón

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¡Ah, verdad! De pronto te das cuenta de que ya fue mucha discusión y que tú no tienes bases para “ganarle”. Bueno, es que para empezar tenemos que dejar de ver nuestras peleítas como competencias en las que siempre tenemos que ganar. Es cierto que las mujeres solemos tener la razón o hacemos algún truco para terminar teniéndola, pero no puede ser así siempre. A veces, por más que movamos las fichas, debemos admitir nuestros errores y ceder.

Es una discusión estúpida

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Cuando ya nos dimos cuenta de que nos estamos quejando por una tontería (o él lo hace), debemos decirlo. Acepta que no vale la pena insistir y reconcíliate. También dile cuando sea él quien esté reclamándote cualquier cosita. Este tipo de peleas parecen intrascendentes, pero en realidad si dejamos que ocurran con frecuencia, terminarán por menoscabar la relación. Las relaciones necesitan fortaleza y estas discusiones terminan cuarteando los cimientos.

Cuando se ponen algo violentos

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Por poco que parezca, ambos pueden ponerse violentos o agresivos. Si de pronto ya entran en ese juego de mandarse al diablo, cuando muy en el fondo saben que no es para tanto, están recurriendo al chantaje emocional. Esto es ultradañino para cualquier relación. Así que mejor no empieces con que: “¡Ya, hasta aquí llegó! ¡Terminamos!”, y tampoco le sigas el juego a él porque no se trata de eso. Cuando veas que ya van para allá, mejor corta la discusión y hablen después del asunto con la cabeza fría.

Estamos hablando de situaciones comunes y leves. Si están en una situación más crítica, quizás no tengas que ceder, sino pedir ayuda profesional.

¿Qué piensas? ¿Te sentiste identificada en algún momento?