Lo que sucedió cuando me rompiste el corazón

Me enamoré de quien no debía. Él lo llamó “un romance y nada más”. Pero para mí fue encontrar al chico que estaba esperando. Él nunca lo entendió. Y si me enamoré de él no fue por su aspecto. Me enamoré de la persona, de sus sueños, fuerza y esperanza. Entonces el romance acabó, él siempre quiso saber esto, y me lo preguntó. Y estoy dispuesta a contarte lo que sucedió cuando me rompiste el corazón…

El romance acabó

Tres meses de salidas, apapachos nocturnos y días compartidos. En ese entonces, aún era una chica con algunos problemas. Estaba enojada y triste, y él me hacía sentir segura y diferente. Lo malo es que ambos estábamos en un camino de reconstrucción. Así que sin compromiso era la mejor definición para nosotros. Pasó el tiempo y me di cuenta de lo especial que era este chico que había entrado en mi vida de forma tan casual y repentina. Disfrutaba su compañía, su cariño y el tiempo que me compartía. Fuimos creciendo, haciendo planes a futuro. De verdad creí que las cosas iban a dar un giro a algo más serio. Entonces, armada de ilusiones, caí en la trampa, me enamoré y justo cuando estaba más emocionada, él quiso salir con más chicas. Entonces terminé la relación.

Me rompiste el corazón

No entendía por qué yo no era suficiente, pero estaba decidida a no dejar que penetrara más en mi mente ni en mi corazón. Fue una decisión abrupta y llena de miedo. Jamás había puesto un límite de esa forma con nadie, así me di cuenta de cuánto me importaba esa relación. El amor pocas veces sigue una lógica y si me hubiera quedado en ese momento, estoy segura de que la relación hubiera acabado mal. Con una yo más resentida, herida y enojada. Por primera vez en mi vida tomé el camino oscuro; ese al que todas tememos a veces: la soledad.

Las semanas más agonizantes

Lloré mucho hasta quedarme dormida. Intenté ser muy fuerte, me levanté cada día a la fuerza de la cama. Mi cuarto permaneció como una zona de guerra muchos días. A veces, en la noche, tomaba mi almohada para fingir que dormías detrás de mí. Con los días lloré un poquito menos, aún te mantenía en mis redes sociales esperando con mucha esperanza que quizá te darías cuenta de que no encontrarías a otra chica como yo. Entonces vi una foto con la nueva chica, solo que ella tenía un título, más amor, compromiso, te tenía a ti. Entonces, algo dentro de mí se quebró. Fue como un estruendo entre el llanto y la lámpara rota. Esa noche dejé de llorar y me di cuenta de que yo era la que estaba mal. No tenías que regresar a valorarme, tenía que ser yo la primera en hacerlo.

Las mañanas siguientes

Te saqué de mi vida, de todas mis redes y de mi celular y archivé todas tus fotos. Todos los días me levantaba buscando la felicidad en las cosas pequeñas. Agradecía cada cosa buena que me pasaba. Trabajé mucho en mi misma, dejé de lado el enojo y a partir de ese momento mi vida empezó a cambiar. Un día sin más dejé de ser la chica oscura y sin habla en la oficina. Un día comencé a vestirme de más colores, me animé a tomarme fotos que hace tiempo no tomaba. Seguí la rutina de siempre con la única diferencia de buscar la felicidad dentro de mí misma. Fue un cambio lento. A veces me sentía sola y entonces pensaba en ti. Sin embargo, otros días me ilusionaba con mis proyectos y la vida que tengo por delante ¿Te extrañé? ¡Claro, muchas veces, muchos días y muchas noches, pero eso nunca me detuvo!

La reconstrucción

No fue sencillo sacar de mi mente a esa voz que constantemente se preguntaba por qué. No obstante, me di cuenta porque era fácil: ella era lo que tú querías y no yo. Suena bastante dramático, pero en eso está toda la verdad de este mundo. Muchas personas me preguntaban porqué no salía con alguien más, pues galanes nunca me han faltado. Cuando me rompiste el corazón me di cuenta de que no tenía nada que ofrecerle a nadie, entonces decidí encontrarme de nuevo. Y lo he hecho poco a poco. La chica perdida cobró fuerza, aprendí a ser más fuerte aunque todavía flaqueo de vez en cuando.

Sin chicos, ni dramas, ni cambios radicales

La verdad es que aprendí el valor de la calma y del amor de las amistades. El día de hoy estoy consciente de que no puedo darle la responsabilidad a otro ser humano de mi felicidad. Tú no tienes ni nunca tendrás la capacidad de destruirme, eso lo decidí el día que te dejé por primera vez. Si dejara entrar a alguien en mi vida hoy, él no se convertiría en el centro de mi vida, pues nadie debería cargarle esa responsabilidad al otro. Se llama pareja porque son dos seres individuales, felices, realizados compartiendo los días y construyendo historias. El amor que estoy dispuesta a dar hoy, no amarra y nunca lo hizo, por eso decidí partir ese día. Dispuesta a dejar que arreglaras tu mente y tu corazón sin que yo fuera tu roca. Pude haberme aferrado a ti, a la idea, al sueño y el dolor hubiese sido aún más grande.

No puedes destruirme

El poder que crees tener sobre mí es una fantasía, pues aunque amo verte feliz y aún quisiera que abrieras los ojos para formar parte de mi vida, entre tú y yo, me elijo a mí. Yo soy lo más importante ahora, la oscuridad que viste en mis ojos ya ha desaparecido. Y no tengo miedo de decir “te quiero” una vez más; de sentirme vulnerable y expuesta, porque, sin lugar a dudas, sé que mi amor brilla. Mi amor vale el esfuerzo de abrirme y esperar siempre lo mejor. Y si no te quedas o nunca te das cuenta, no pasará nada, pues nos reconstruimos todos los días. La gente creativa tiene el don de convertir las desgracias en obras de arte.

Chicas, un corazón roto no es algo que se tenga que pegar con curitas. Es una oportunidad de renovar la última capa para hacerla más fuerte y reluciente. Si ese chico no quiere reconocer a la gran mujer que tiene delante, entonces reconózcanse ustedes mismas. Sí valen la pena. Espero que estén dispuestas a esperar al chico capaz de correr al otro lado de la ciudad para darles un beso de buenas noches. Compartan su luz, no la donen a cualquiera. Agradezcan el amor que viene de su interior y háganlo brillar hasta que encuentren a alguien con los ojos lo suficientemente abiertos para verlo y apreciarlo.