Hasta hace algunos años, era una de tantas personas que daba explicaciones de todo lo que hacía. Incluso estaba acostumbrada a dar explicaciones aunque no me las pidieran. Ya estaba programada para hacerlo y así fue por mucho tiempo. Tuve que aprender a no dar explicaciones y fue un poco complicado, pero no imposible.
Todo comenzó
Pienso que esa conducta que adopté comenzó desde que era pequeña, pues mucha gente a mi alrededor lo hacía y yo creí que era normal. Mis tías, mis amigos, mis vecinos, todos daban explicaciones incluso cuando se les preguntaba otra cosa. Tengo muy presente la imagen de una tía que cada vez que le preguntan cómo está, jamás responde si bien o mal, pero sí da santo y seña de lo que hace o necesita hacer.
Te cansas
Al principio no tenía problema con dar detalles de mi vida, incluso creía que era necesario. Con el paso del tiempo, yendo a pláticas y pensando de otro modo, me di cuenta de que eso no era necesario. Entendí que a nadie tenía que darle explicaciones de lo que hacía de mi vida. Además era desgastante porque parecía que le dabas permiso a los demás de meterse en tu vida y eso resultaba tedioso después de un tiempo. Se sentían con el derecho de darme opiniones de lo que tenía o debía hacer.
Libre de ser
Después de un tiempo decidí que no tenía que dar explicaciones a todos. Mucho menos tenía que decir todo lo que hacía o lo que pensaba hacer. Entendí que eran mis decisiones y con que yo me sintiera bien con lo que hacía, lo demás no importaba. Parece egoísta, pero en realidad a las personas pocas veces les importa realmente lo que hacemos.
No dar explicaciones de todo
- Nadie se interesa por mis prioridades. Comprendí que mis prioridades son asunto que sólo me interesa a mí. Si me hace feliz es porque es lo correcto y ya.
- Si estoy soltera es decisión mía. No siempre tengo pareja amorosa y eso está bien. No es obligación que siempre deba tener alguien a mi lado para ser feliz. Yo soy la única que sabe en qué momento decidiré volver a relacionarme con alguien.
- Mi forma de pensar es única. Cada cabeza es un mundo y eso significa que no siempre coincidirán tus ideas con las mías. Sin embargo, sé respetar la forma de pensar de todos los que se relacionan conmigo.
- Visto como me gusta, no como los demás creen que debe ser. Si quiero vestir muy atrevida o no, es algo que sólo yo decido. Nadie más me puede decir cuál es el modo correcto de hacerlo.
- Sólo yo decido cómo comportarme con las personas. Puedo no dar explicaciones de por qué no quiero hablarle a alguien. Tengo mis motivos y deben ser respetados en todo momento.
- Mi vida sexual es sólo asunto mío. A nadie debe importarle nada que tenga que ver con mi intimidad. Las parejas sexuales que decida tener o el modo en que decida hacerlo es algo que sólo me incumbe a mí.