Bien dicen que la dualidad es necesaria. No puede haber blanco sin negro, bien sin mal, amor sin odio. Así es en todos los aspectos de la vida, nos guste o no. Siempre tenemos que pasar por una experiencia mala para que algo bonito llegue a nosotros. No cabe duda de que así tienen que ser, no importa si le llamas karma, destino o como prefieras.
La vieja escuela
Desafortunadamente me tocó crecer en una época en la que las princesas eran la novedad. Esas chicas que esperaban con ansias la llegada de un príncipe que las salvara de su miseria (en cualquier aspecto). Así fue con las películas, los libros y en el ambiente en que me desenvolvía. La sociedad inculcó un estúpido modo de crianza en el que la mujer tenía que servirle al hombre. ¡Bastante nefasto!
No es excusa
A pesar de que eso fue lo que vi desde pequeña, sé que no es excusa para que yo lo permita en mi vida. Poco a poco las mujeres lograron tomar un sentido más fuerte en la vida social y política a nivel mundial. Todavía falta mucho camino qué recorrer, la misoginia está desbordándose y nos daña a todas. Lo bueno es que sé que al menos puedo hacer algo por mí y por mi vida, porque sé que lo merezco. Aunque antes no era así…
No tenía algo bonito
Tuve varias relaciones amorosas, pero en realidad ninguna era algo serio. Así fue hasta que llegó a mi vida un hombre que yo en ese momento pensé era el mejor. Digo eso porque en un principio me cegó, sus atenciones y muestras de cariño me dejaban con la boca abierta. Pensaba que no había nadie mejor que él para estar conmigo. Poco a poco me fui dando cuenta de que realmente él no sentía amor por nadie, ni siquiera por él mismo. Sin embargo, era tanto mi miedo a estar sola, que permití muchas cosas. Me humilló y me hizo llorar. En pocas palabras: me destruyó y me hundió hasta lo más profundo. Pensé que nunca saldría de esa oscuridad.
El sol volvió a salir
Me costó mucho trabajo salir de ese lugar tenebroso en el que mi alma estaba, pero lo logré. Para hacerlo tuve que sanarme primero a mí misma y perdonarme por todo lo que había permitido. Estaba enojada conmigo y me sentía como una tonta. Sin embargo, con el paso del tiempo supe que era algo que tenía que vivir para resurgir como el más fuerte como el ave Fénix, y amándome al máximo. Como dije, fue un proceso difícil y doloroso, pero lo logré y me siento feliz de haberlo logrado. Fue justo después de recorrer un camino en soledad para darme cuenta de mi fortaleza, que algo bonito llegó a mi vida.
Mejor dicho, alguien…
Ese algo bonito, es un alguien muy especial, que llegó sin necesidad de que yo lo buscara. Ahora tengo claro qué es lo que merezco y qué es lo que jamás debo volver a permitir. Lo mejor del caso es que esa persona lo tiene también claro sin que yo se lo haya dicho. Me quiere por quien soy, me apoya y me respeta al máximo. Eso es lo mejor de todo.
Es muy curioso pero…
Lo más curioso de todo esto, es que, hablando con muchas amigas me di cuenta de que hay un común denominador. Creo que todas, sin excepción, hemos pasado por una relación tormentosa de la que nos sentimos temerosas de hablar. Nos hemos dejado pisotear y humillar, pero aquí estamos, más fuertes y valientes cada día. Si tener una relación así me dejó un aprendizaje, es el siguiente: a todo debemos encontrarle una enseñanza. Sea una experiencia buena o mala, siempre dejará algo para tu vida. En el caso de las malas experiencias, te enseñan qué tan fuerte puedes ser. También te enseñan a valorarte, amarte y respetarte para que eso sea lo que recibas (y no menos) de los demás. No estamos solas, debemos querernos y apoyarnos entre nosotras. La fuerza del planeta se rige por medio de la Madre Tierra, como nosotras, así que no nos dejemos vencer jamás.