Desde mi adolescencia creía que el amor tocaba a tu puerta muchas veces, pero no es así. Conforme fui creciendo, tenía más claras mis ideas y sentimientos. En un principio, pensaba que solo se trataba de ideas mías, pero después comprobé lo que me estaba generando cierto “conflicto”. Alguien por ahí me dijo que el amor llega cierto número de veces a tu vida. Parece algo absurdo, pero en realidad tiene más lógica de la que creemos. Obviamente, durante la adolescencia pensamos lo contrario, pues estamos en pleno desarrollo. Queremos comernos el mundo y tenemos fe en el amor y en las personas.
Los amores no son tantos como imaginamos
Recuerdo que cuando me enamoré por primera vez, era una adolescente de 13 o 14 años. Fue de un chico varios años mayor que yo. Me sentía en las nubes y quería gritar a los cuatro vientos mi sentir. Cuando conocí a ese primer amor, puro sentimiento bonito me acompañaba. Ilusión, esperanza, amor, diversión; todo era lindo. Con él no pensaba en celos o en angustia, pues creía que era perfecto. Sin embargo, con el paso de los meses, esa ilusión del primer amor se esfumó. Me di cuenta de que el hecho de tener una diferencia considerable de edad complicaba un poco las cosas. Sin embargo, me sentía afortunada por haber experimentado sensaciones que de otra manera no hubiera conocido.
El amor es complicado
Sí, no me dejarás mentir al decir que el amor es complicado y a veces nos intriga. Sin embargo, a pesar de lo malo que nos puede hacer sentir, es el que también nos puede hacer ver lo hermosa que es la vida. Lo curioso es que el amor que elegimos cambia de acuerdo a la madurez que tenemos. Cada experiencia será una etapa definida en la que nuestro idealismo, narcisismo y sinceridad se involucran.
Primer amor
El amor solo llega, no lo planeas. Mi primer amor era joven, de la escuela. En ese momento desconocía lo que pasaba en el “mundo real de las relaciones”. El único referente que tenía era el de las películas y, al parecer, no era bueno por completo. Por una u otra causa creía que las relaciones eran perfectas y “para siempre”. Sin embargo, en ese momento no comprendía que no existía el amor perfecto. Después de ese romance, estuve un tiempo sola, hasta que llegó uno nuevo.
Segundo amor
Para ese momento, ya había conocido algunas de las cosas que funcionaban y no en las relaciones. La psicóloga me explicó que para ese momento dejaba de ver las cosas de manera idílica. Ahora estaba enfocado en la realidad, más dolorosa por cierto. Al experimentar el primer rompimiento, conocí el sufrimiento, ante el cual estaba indefensa y no sabía cómo actuar. Mi terapeuta me explicó que en ese momento buscaba al amor como una necesidad. Lo malo era que, al no estar estable en el aspecto emocional, era un hecho que sería una relación fallida. En mi afán de querer ser mejor, terminé siendo egoísta. Por fortuna no caí en una relación codependiente, en la que el cariño-desprecio son el pan de cada día.
Tercer amor
Después de las relaciones fallidas, decidí dejar el romance por un tiempo. Me sentía bien conmigo y estaba bien en ese momento en mi vida. Entendí que lo más importante era ponerme a mí en primer lugar siempre. Cuando conocí al tercer amor, lo encontré cuando menos esperaba y de la forma que jamás imaginé. Era mi compañero de secundaria, con quien me reencontré después de seis años aproximadamente. Se dio de manera muy extraña, pero a la vez fue una grata experiencia. Debo reconocer que en ese momento ya no esperaba nada, pero recibí más de lo que hubiera imaginado. Ahora, después de las experiencias que he tenido, compruebo que ese tercer amor es el que llegó para quedarse en mi vida.