¿Gritas seguido? ¿Prefieres gritar que hablar? Nadie dijo que ser mamá sería fácil, y menos educar. No obstante, insistes y los niños no te hacen caso. Te desesperas y empiezas a gritas. Recurres a la educación a gritos. Cuando la paciencia se termina y no hay otra opción a la vista, gritar para imponer disciplina parece ser la única alternativa. Luego, vienen las llamadas de atención acompañadas de los castigos. ¿Qué tan bueno o malo es recurrir a estos métodos?
¿Por qué gritar en lugar de hablar?![](http://54.208.224.253/wp-content/uploads/2018/06/gir3-620x324.jpg)
Con claridad, gritar no es lo mismo que castigar. Se recurre a los gritos para lograr que los niños realicen lo que los padres desean cuando no entienden cuando se les habla. Se llegan a la educación a los gritos cuando la desesperación se presenta. Este parece el único recurso para controlar y disciplinar a los niños. No obstante, quienes recurren a estos, olvidan que no es el método apropiado para que los niños aprendan y respeten las reglas de conveniencia dentro y fuera de casa. Recordemos que un niño jamás obedece si es forzado. Es común que cuando un padre grita, la comunicación se pierde, pues el infante se siente amedrentado y menos dispuesto obedecer. Entonces esto se vuelve un círculo vicioso difícil de romper.
Gritar no resuelve la situación![](http://54.208.224.253/wp-content/uploads/2018/06/gri2-620x324.jpg)
Un grito como último recurso no está mal, siempre que este sea solo un llamado de atención. Sin embargo, es perjudicial que siempre se recurran a los gritos en vez de tomarse el tiempo de conversar y explicarle al niño qué está ocurriendo. Es preciso hacerle ver que su comportamiento no es el adecuado y cómo lo afecta a él y a quienes lo rodean. Con la educación a gritos jamás se llegará a una solución. El niño no entenderá por qué su conducta es reprobable. Incluso, aprenderá que gritar es el recurso que tiene a mano para imponer su voluntad, protestar si algo lo molesta o cree que está mal.