Cosas que solo entendemos las que hemos tenido a la suegra más tóxica del mundo

Hasta hace poco me di cuenta de que tengo a la suegra más tóxica que jamás pude imaginar. Lo más gracioso es que muchas de mis amigas también han experimentado la ponzoña de alguna mala mujer. Apenas nos dimos cuenta porque les contaba la última chistosada que la señora me hizo y ¡pum! Ellas parecían hilo de media cuando empezaron a contar sus experiencias con estas mujeres. Luego de leer esto, seguro te identificarás con nosotras. En caso de que no lo hagas, ¡felicidades! Tal vez tengas a una de las pocas buenas suegras.

“La ex se vestía mejor que tú”

Las primeras veces que fui a casa de mi ahora esposo, ella no dudó en decir cosas muy desagradables. Recuerdo que en más de una ocasión me comparó con la ex. Decía y aseguraba que ella era mejor que yo y que la forma en que me vestía era muy mala para la imagen de él conmigo. Obviamente, a mí me dio igual, pero no dejé de ser yo por complacer a la mujer. Además, él así me había conocido y no iba a cambiar solo porque la señora quería molestarme. La prueba más clara es que luego de años, seguimos felizmente casados aunque a ella no le agrade para nada.

“Ay, perdón, se me olvida que tú no eres (X nombre)”

Por si fuera poco criticar la forma en que vestía, luego de dos o tres años, de repente tenía el toque de decirme nombres de otras mujeres con las que había salido mi novio. Tal vez pensaba que si hacía eso, yo terminaría peleando con él y por ende poniéndole fin a la relación. Sin embargo, jamás logró su objetivo y como dije, nosotros felizmente casados y ella con las tripas hechas bola.

“No eres la mujer con la que quería que mi hijo se casara”

Luego de sus comentarios tan poco amables, él y yo nos casamos y a ella no le quedó de otra que aguantarse. Aun así, no dejó de querer lanzar su veneno y el día de la boda, ya en la fiesta, me hizo un comentario bastante tonto. “Bueno, ya se casaron; pero no eres la mujer que me hubiera gustado para mi hijo”. Yo me mostré muy amable y solo sonreí y me alejé de ahí. Como dije, finalmente el matrimonio es de él y mío, no de ella con nosotros.

“Ay hijito, ve nada más tu imagen toda descuidada, se ve que no te atienden”

Bueno, el martirio no terminó el día de la boda. Como no había logrado salirse con la suya, seguía buscando la manera de que su hijo y yo nos separáramos. Lo bueno es que el esposo que tengo es maravilloso y aunque sea su madre y la ame, no se deja embarrar de su veneno. Una vez casados, ella no pierde la oportunidad para de vez en cuando hacer comentarios sobre la imagen de él. Que si iba con la camisa arrugada, que si su pantalón se veía sucio. En fin, mi esposo no es un bebé que dependa de mí para hacer sus cosas o cuidar su imagen. Él está consciente de ello y por eso no me reclama sobre nada. Al contrario, nos apoyamos en las labores de la casa y de nosotros.

“Llévate comida, no quiero que mi hijo tenga que padecer”

Los fines de semana, cuando salimos a casa de sus padres, la señora tiene listos trastes con comida, para que la llevemos con nosotros a casa. Ella sigue creyendo que solo es obligación mía que haya comida en casa. La realidad es que en nuestro hogar, mi esposo y yo hacemos las cosas en conjunto.