Recuerdo el día que llegaste a mi vida, yo aún era muy pequeño. Lloraba mucho porque me separaron de mi mamá y mis hermanos. Tenía mucho miedo, pues no conocía la vida separado de ellos. No comprendía porqué tenía que estar contigo y no con ellos. Sin embargo, desde el primer momento me regalaste una sonrisa que se quedó tatuada en mi corazón. Esa sonrisa me hizo olvidar todo el miedo que sentía. Me tomaste entre tus brazos, me acercaste a tu pecho y pude sentir como tu corazón hacía clic con el mío. No sé cómo explicar ese suceso, lo único que sé es que algo nuevo creció dentro de mí. Una especie de amor, como el que tenía por mi madre, pero ahora lo empezaba a sentir por ti.
Las primeras noches en tu casa fueron complicadas,
lloraba porque tenía miedo o frío. Pero cada vez que eso pasaba, tú te acercabas a mí, me tomabas entre tus brazos y hacías que todo el miedo se disipara. Sabía que tus brazos eran el sitio más seguro que podía tener. Me acariciabas y me decías que me querías, que no me preocupara porque todo estaría bien.
Fueron pasando los días y tú me enseñabas cosas nuevas. A dar la patita, a rodar o a quedarme quietecito para que tu mamá me fuera queriendo un poquito más. Recuerdo que al principio tu papá no quería agarrarme, decía que no le caíamos bien los animales, que de lejitos estaba mejor. Yo no me rendí y fui buscando la forma de caerle bien, porque en el fondo sabía que él me quería también, pero tenía miedo de expresar sus sentimientos. No entiendo porqué algunas personas creen que mostrar amor por un animal se traduce como debilidad. Amar a un animal es uno de los actos más puros que hay en este mundo.
Desde el principio fuiste muy responsable conmigo,
me llevaste a todas y cada una de mis revisiones. Cuando era día de vacuna, llevabas algún postre para premiarme al final y así yo sabría que las cosas estrían bien. Ahorrabas una parte del dinero que te daban, para comprarme algún juguete o disfraz. Siempre nos gustó hacer locuras juntos. Amaba cada vez que llegaba la época de Halloween o Navidad, pues sabía que elegirías algún atuendo igual para los dos. Nuestras fotos siempre fueron las mejores.
Disfrutaba tanto nuestras idas al parque, cuando nos tirábamos en la arena y sólo disfrutábamos el sonido del mar. O cuando nos acostábamos en el pasto a ver las formas que tenían las nubes. Estar cerca de ti, era para mí lo mejor, sentía que mi pila se recargaba al mil. También tengo guardados en mi corazón, los recuerdos de nosotros comiendo helado en tu cuarto mientras veíamos una película o mientras tú hacías dibujos de mí. Decías que yo era tu musa, tu inspiración y sí lo creo, porque tenías una pared tapizada de mis dibujos y fotos de todas nuestras locuras.
Eras tan pequeña cuando nos conocimos…
que podría decir que crecimos juntos. (Aunque yo crecí mucho más rápido que tú). Recuerdo perfecto tu primer día de secundaria. Te fuiste muy emocionada a la escuela y regresaste llorando porque tenías miedo de esta nueva etapa. Tu mamá te abrazó y yo también me acerqué a ti. Quería que supieras que estaba ahí para ti, aunque no hablara. Entendía perfecto tu dolor y lo único que quería era hacerte sentir mejor. A partir de ese día, me propuse recibirte con más alboroto cuando regresabas de la escuela, así te sentirías contenta u olvidarías los malos momentos en la escuela.
También recuerdo perfectamente el día en que te enamoraste de un niño de tu salón. Recuerdo que le platicaste a tus amigas en una pijamada que organizaron y obvio fue una de las tantas reuniones en las que yo también estuve. Siempre me llevabas contigo a todas partes. ¿Recuerdas el viaje que hicimos a la playa con tu familia? ¿O la vez que viajamos en carro para ir a ver a tus abuelos en otro estado? Esos viajes son algo que también llevo en mi corazón.
Cuando te enamoraste, me gustaba ver que siempre llegabas a casa con una enorme sonrisa. Pero un día la cosa fue diferente, llegaste muy seria, con la mirada ida y apenas me viste, corriste a abrazarme y comenzaste a llorar. No entendía qué te pasaba, pero sin duda hubiera salido corriendo a buscar a quien te había hecho tanto daño. Luego me enteré que el chico del que estabas enamorada, había sido grosero contigo.
¡Ay, mi niña!
Fueron tantas cosas las que vivimos juntos. Amores y desamores, tu crecimiento escolar. El día que te graduaste yo aún estuve ahí. Obvio me consideraste para la foto del recuerdo, en primera fila. Tenemos tantas fotos juntos, que no podría elegir una sola como la mejor.
Luego de tantas aventuras, sabía que ya estaba a punto de llegar mi momento de despedirme. Un día comencé a sentirme más cansado de lo normal, tal vez te diste cuenta porque a partir de ese día me cargabas para aminorar mi cansancio. Optaste por bajar mi cama a la sala para que ya no tuviera que subir escalones. Lo mejor fue que tú también te adaptaste un cuarto en la sala y me dijiste “jamás te dejaré solo, te quiero tanto”.
Un día me puse muy mal y me llevaste con tu familia al veterinario
Él les dijo que ya no me quedaba mucho tiempo, mi momento de partir había llegado. Tú me tomaste entre tus brazos, pensé que iríamos a casa, pero en el carro le pediste a tu papá que se dirigiera al parque donde vivimos tantas aventuras. ¿Por qué habías hecho eso? Todos se quedaron en el carro y tú te bajaste conmigo en brazos. De repente sentí que algo húmedo en mi pelo, alcé mis ojos como pude y noté que no eran gotas de lluvia sino lágrimas tuyas. Comenzaste a abrazarme fuertemente y susurrabas algo que yo no logré entender.
Caminaste conmigo en brazos hasta el sitio en donde nos recostábamos a ver las nubes. Te quitaste la chamarra, la pusiste en el piso y me acostaste ahí. Luego te sentaste junto a mí, tu llanto era más fuerte. No dijiste nada, sólo me acercaste a tu pecho, podía sentir que tu corazón latía diferente. Había mucho amor dentro, pero también mucha tristeza. Cuando pudiste calmarte un poco, recuerdo que me diste las gracias por haber llegado a tu vida. Recordaste todos esos momentos que yo también tenía guardados en mi corazón. Pensé que por tantas cosas que habías hecho en estos años, no lo recordarías, pero ahí comprobé que recordabas todo.
Me miraste a los ojos y me agradeciste por ser lo mejor en tu vida…
Yo, te miré y con un pequeño gesto agradecí por lo mismo. En ese momento, di mi último respiro y me fui. Me apretaste contra tu cuerpo y me diste muchos besos, como siempre lo hacías. Después se acercó tu familia y todos se despidieron de mí.
Sólo quiero que sepas que yo estoy en un lugar mejor y que me siento muy agradecido por todo el amor que me diste. Sé que no todos los animalitos corren con la misma suerte que yo. Por mí no te preocupes, si puedes ayudar a más animalitos a tener una vida digna, yo estaré contento y orgulloso de ti. Por lo mientras, te esperaré hasta que llegué el día de nuestro reencuentro. Yo también te quiero para siempre.
En memoria de todas esas mascotas que nos han enseñado el verdadero significado del amor.