Siempre creí que me quería. Mi novio era muy amable y cariñoso… al principio. Nunca imagine que me descuidaría tanto por un amor tóxico, al grado de perderme y no saber quién era. Nunca entendí si realmente lo quería, pero creo que no. En ese momento yo solo buscaba refugio y protección. Estaba pasando por una etapa muy difícil en mi vida y, al parecer, lo único que veía a mi alcance era a él. Esa relación tóxica me marcó tanto, que jamás me volvería a perder por un chico.
Siempre fue una mentira
Al principio de la relación todo marchaba bien. Estudiábamos en la misma universidad aunque diferente carrera. Recuerdo que todos los días iba a verme a mi salón y me llevaba mi bebida favorita: té chai. En la cafetería pedía que siempre anexaran una frase de amor al vaso. ¡Era lindo! Cuando me propuso que fuéramos novios, se me declaró de la forma más romántica. Llenó de globos el carro y de miles de flores la cajuela, donde colocó un cuadro pintado a mano. Cuando abrí la cajuela volaron los globos, él me tomó de la mano, me abrazo y me pidió que fuera su novia… Y yo acepté felizmente, sin imaginar qué me esperaba durante la relación.
Un amor tóxico
Como toda chica “enamorada” daba todo de mí, pero me excedí. Trataba de hacer de todo con tal de complacerlo, lo peor era que nada lo satisfacía. Siempre exigía más y más, cada vez era peor la relación. No le gustaba ni uno de mis regalos, siempre me celaba y reprochaba. Prácticamente yo era su presa pues él hacía lo que quería conmigo. En su momento jamás lo vi pero me sentía tan mal que diario estaba llorando. ¡Nunca fui feliz a su lado! Lo único que recibía de su parte eran desprecios, groserías y desplantes. No le importaba el lugar para todo tenía que pelear.
Su presencia nunca me hizo feliz
Nunca entendí qué me estaba pasando. Jamás me agredió físicamente, pero sí de forma psicológica. El amor era tan tóxico que siempre estábamos juntos, así estuviera triste todo el día. Eran pocas las ocasiones en las que estamos bien, pues su mal carácter y forma prepotente irrumpían con nuestra relación. Todo el tiempo me gritaba y criticaba, se quejaba de mi forma de vestir y hasta de hablar. Me prohibía amistades y se molestaba cuando no atendía sus llamadas. Todo tenía que ser como a él le gustaba. Yo no tenía ni voz ni voto en esa relación. Estaba rota.
Lo único que me dejó su amor tóxico fueron pedazos de mí, que con el tiempo fui reconstruyendo.
Lo peor es que hoy en día ya no creo en el amor y prefiero estar sola, antes de volverme a perder por alguien.