Dejé de depilarme como un experimento hacia mí misma y aprendí muchas cosas en este proceso. Lejos de seguir la ola feminista que ha estado tan presente en los últimos años, lo mío fue una especie de terapia para recuperar parte de mi autoestima.
El trauma con el vello
Crecí cuando estaba en boga la moda de las cejas super depiladas. Cuando hice mi cambio de niña a mujer, tenía muchos conflictos mentales en cuanto al vello. Soy una mujer muy velluda en mis cejas, mi cabello, etc. Cuando era apenas una niña de 9 o 10 años ya sufría bullying por mi bigote. Desde esa edad intenté hacer de todo para depilarme a escondidas de mi madre, quien estaba en contra de que usara rastrillos, y de cera mejor ni hablamos. Pasé muchos años sintiendo pena por mis cejas, mis brazos y, por supuesto, por mi bigote. En mi cumpleaños número 13 tuve mi primera depilación de ceja, el mejor regalo de este mundo. A partir de ese momento la cera y las pinzas para depilar se convirtieron en mis mejores amigas.
El vello y más vello
En mi transición de niña a mujer tuve muchas dudas respecto a qué hacer con el vello del resto de mi cuerpo. Para mí era obvio que las axilas, el bigote, las cejas y las piernas debían estar depiladas. De lo contrario nadie me vería atractiva, pero estaba olvidando una parte muy importante. El vello púbico, que a mis 15 años ya me producía una incomodidad impresionante. Practicaba gimnasia y pocas eran las chicas a las que se les notaba. Como siempre, yo era el único pato feo con el bush de fuera. Comencé a tomar medidas sin ninguna información al respecto, pues en mi casa hablar de estas cosas era algo muy “personal”. Durante muchos, muchos años, me depilé cada centímetro del cuerpo. Me expuse a muchas infecciones vaginales, cortes con los rastrillos, quemaduras con la cera, pues como adolescente inexperta todo lo aprendí sobre la marcha. Crecí odiando literalmente el vello de mi cuerpo.
Chicas depiladas… o no tanto
Conforme pasaron los años crecí emocionalmente y comencé a darme cuenta de que el vello no era tan importante. Tuve maestras muy buenas que lograron empoderarme a mí y a las chicas de mi salón. Cuando comenzaba la prepa ya no le prestaba tanta atención ni a mis piernas ni a mi bigote. Sin embargo, llegó el primer chico con el que tendría relaciones y todo cambió de un día para otro. Con él me di cuenta de que todos estos traumas vienen de la educación en casa. Este chico me llamaba la atención cuando ya se me veía el bigote, incluso dejaba de tener relaciones conmigo cuando no estaba depilada. Por un tiempo me sentí mal con mi cuerpo por esta causa. Y fue al término de esta relación cuando hice el experimento de no depilarme durante un mes.
Un mes con vello
Fue una sugerencia de mi terapeuta. Ella notó que yo tenía un serio resentimiento hacia este tema. Comencé con una gran actitud, estaba recién soltera y me sentía de lo más libre. No tenía por qué depilarme. No tenía sexo, no había pareja y todo lo que hiciera desde ese momento era solo para mí. Comencé a tomar clases de natación y el trauma de mis años en gimnasia me acechó. Le hice frente como una buena mujer empoderada, así que sin depilarme las piernas y mucho menos el pubis fui a mi clase. Esta fue de las experiencias más fuertes que haya tenido mentalmente. Comencé a ver a las personas a mi alrededor pensando que apenas lo notaran, yo vería la desaprobación en sus ojos. Pero no fue así.
Nadie dijo nada
Absolutamente nadie se atrevió a hacerme un comentario sobre mis piernas sin depilar, o mis axilas o el vello que podía notarse un poco en el traje de baño. Asistí a mis clases de natación por todo un mes sin depilar y me sentí liberada. Acabando ese mes, decidí probar mi cuerpo de nuevo con la depilación para así poder tomar una decisión al respecto. He de confesar que siempre amaré la suavidad de mi piel depilada. Aprendí que depilarte o no es una decisión personal, también que hacerlo tiene como todo sus pros y sus contras. Si algo realmente me cambió, fue la experiencia que tuve con un chico.
El date improvisado
Me divertía en ciertas ocasiones teniendo citas sin haberme depilado. Para mí, eso era como una bandera de valentía por mi experiencia pasada. El teatro se me vino abajo un día que el date termino en casa del chico, olvidé por completo que no estaba depilada. Cuando el chico estaba a punto de quitarme el pantalón sentí la necesidad de avisarle que no estaba depilada, esperando que él se detuviera y me diera las gracias. No lo hice, me dio pena decírselo. ¿Qué pasó? Absolutamente nada contra natura, el chico ni siquiera me hizo un comentario al respecto. No se detuvo a inspeccionarme y mucho menos le importó. Pasé una noche divertida, llena de mimos y cariños.
Pasé un mes sin depilarme y aprendí algunas cosas sobre mi cuerpo. Sin embargo, aprendí mucho más el día que este chico me tomó por sorpresa y me enseñó que el vello es algo de lo más natural. Nada de lo que debería estar avergonzada y tampoco un motivo por el cual un chico deba rechazarme. Me hizo sentir segura de mí misma y muy libre. Fue mucho mejor que salir sin depilar a mi clase de natación. El día de hoy sí me depilo, me gusta estar suave. Sin embargo, he perdido el miedo al rechazo de cualquier persona por algo tan tonto como traer el vello crecido.