Diferencias de cómo manejamos una ruptura a los 20 y a los 30

Mi madre siempre me dice que los años no pasan, o mejor dicho, no deben pasar en vano, y que debemos aprender de nuestras experiencias para no cometer el mismo error dos veces. (Otros sí, je, je, je; es broma). Eso me ha hecho pensar en las diferencias de cómo manejamos una ruptura a los 20 y a los 30… Es decir, eso de quedarnos en casa a llorar va quedando en segundo plano, ya que vida sólo hay una, ¿no?

Peor que María Magdalena

Creo que lo más evidente es que a los 20 estamos peor que María Magdalena. Luego de una ruptura pasamos el tiempo llorando por algo que ya es cosa de ayer, en lugar de cerrar con broche de oro ese capítulo de nuestras vidas.

Aléjate del teléfono

En pocas palabras, ¡sufrimos a más no poder! Pero eso no es lo peor, sino que no queremos salir de ese estado. De hecho, si vamos de “fiesta” terminamos peor que antes y cometes el error típico: llamarlo.

Tómate tu tiempo

Igual llegamos a aplicar la de “un clavo saca a otro clavo”, cuando lo que más necesitamos tras tronar es darnos un tiempo y estar con nosotras mismas. Y así seguimos, es como un círculo vicioso del que no sabemos cómo salir, aunque en realidad es que no queremos salir.

“Decir adiós es crecer”

Lo positivo es que nos hacemos más fuertes y vamos entendiendo cómo son las cosas del amor. En resumen, aprendemos a dejar ir porque, como decía el buen Gustavo Cerati, “decir adiós es crecer“.

¡Lo que sigue!

En los 30, o estando a nada de entrar al tercer piso, ya sabemos que lo que fue, ya fue y sólo nos queda una cosa: dar vuelta a la página y darle la bienvenida a lo que sigue. Si no actuamos así, imagínate cuánto tiempo de nuestras vidas estamos perdiendo.

Por nuestra cuenta

Igual entendemos que está bien estar solas y que, incluso, es bueno. Que digo bueno, ¡maravilloso!, tener nuestro tiempo para hacer y deshacer como queramos. Eso sí, sin lastimar a terceros. Como les escribí al principio, sólo tenemos una vida y tenemos que aprovecharla. Así que suelta todo lo que te lastima y disfruta, en lo que llega tu siguiente conquista.