Te voy a contar algo que me pasó hace unos años, cuando conocí a un chico que desde el primer momento, creí maravilloso. (No sé si te ha pasado que en la mente creas una imagen del ser perfecto para ti. Ya sea que tengas una idea de su físico o de cómo te gustaría que pensara). Bueno, ese chico llegó a mi vida y caí rendida a sus pies, ¡yei por mí! Lo malo es que él no buscaba nada serio.
Qué dijiste, no entendí
Sí, las primeras veces salíamos con un grupo de amigos que tenemos en común. La pasábamos tan bien que desde entonces, mi corazoncito se aceleraba cada vez que lo veía en las reuniones. Un día sin más me aventuré a invitarlo a salir. Él accedió y quedamos de ir a tomar una cerveza. Yo era la más feliz en el mundo y pensé que al hacer eso, tendría un acercamiento mayor a él para que pudiera darse algo más. Dentro de la cita, platicamos mucho y la pasamos muy bien. Yo cada vez quedaba más encantada con él, pues hablaba de tantas cosas que a mí me gustaban. Tenía tantas similitudes conmigo, que para mí era como haber encontrado una mina de oro.
“No quiero nada serio”
Platicábamos tan a gusto, cuando de repente dijo que él no buscaba nada serio. No sé si lo dijo porque sintió que yo estaba como tiburón al asecho o porque en verdad no tenía interés de nada más. En ese momento, no le di importancia a lo que dijo. De hecho no fue impedimento para que yo siguiera haciendo mi luchita.
Seguro no hablas en serio
Le di por su lado y seguí invitándolo a salir, pues él jamás fue quien me invitó. Cada vez que estábamos juntos, yo era muy feliz. Luego de salir por tres semanas, en una fiesta nos emborrachamos y pues… terminamos en el hotel. Yo creí que eso sería suficiente para que él ya tomara cartas en el asunto. Ya no éramos sólo amigos, sino que ya había algo más íntimo que nos unía. Sin embargo, no fue así.
No quitaba el dedo del renglón
En ese momento, no quise tocar el tema del “qué somos”, pero continué saliendo con él. Ahora en nuestras salidas ya no sólo era la diversión en el cine o en el parque de diversiones, pues siempre terminábamos en el hotel. Un día, sin pensarlo, me aventuré a preguntarle qué éramos y él me dijo, “amigos, yo te dije que no busco nada formal”. Sentí como mi ser ardía de coraje, pero no quise hacer una escena, pues lo que menos quería era terminar mal con él. A pesar de lo que me había dicho y de lo que yo quería, seguí buscándolo para salir. Mis amigas me decían que por salud mental tenía que alejarme de él, pero yo sólo me aferraba cada vez más.
Poco a poco me cayó el veinte
Aunque al principio me mostré muy renuente a lo que mis amigas me decían, poco a poco me fui quitando la venda de los ojos. Él me hablaba de otras chicas con las que tenía sexo. De hecho luego se burlaba de algunas que, en palabras de él, “caían a sus pies”. Parecía que sólo disfrutaba ver cuántas mujeres podía conquistar, sin sentir remordimiento alguno. Eso fue suficiente para que decidiera buscar ayuda. Ya no podía seguir con alguien así. Fue así como vi la luz y entendí que era una persona mala para mi vida. Ahora que lo veo con otros ojos, me doy cuenta de lo ilusa que fui.
¿Te ha pasado algo así?