En más de una ocasión, aprender de los niños será lo mejor que puedas hacer en tu vida. Desgraciadamente, a los pequeñitos se les toma por locos, impulsivos o poco maduros. Sin embargo, son seres maravillosos que nos enseñan más de lo que imaginamos, incluso de lo más “simple” de la vida.
Siempre estamos inconformes
Tal vez no lo hayas notado, pero conforme creces, vas notando defectos en todo tu cuerpo. Si no es tu nariz, es tu tipo de cabello, tu estatura o incluso el color de tu piel. Son detalles que siempre han estado contigo. No es hasta que conoces los estándares de belleza que empiezas a molestarte con aquello que forma parte de ti. Justo a partir de ese momento deseas someterte a una operación para arreglarte, quitarte o aumentarte algo.
Los niños y la belleza
Son increíbles las respuestas que puede darte un niño respecto a cómo se siente con su cuerpo. Te sorprendería y seguramente te dejaría reflexionando. Hasta te sentirías mal por todo lo que has pensado y reconocerías que los niños tienen mucha razón. El ejemplo de los pequeñines es significativo y te hace darte cuenta de qué tan ciega has estado por tanto tiempo. Descubres que has dejado de apreciar las cosas significativas de la vida. Vivimos preocupándonos por el futuro y por las expectativas que otros tienen de nosotras. Dejamos de pensar en cómo nos sentimos o qué tan bien o mal la estamos pasando.
Aprender de los niños
Recuerdo que hace tiempo vi un video en el que se entrevista a niños y adultos por separado. La pregunta es la misma: ¿Qué cambiarías de tu cuerpo? Los primeros en ser entrevistados fueron los grandes. Seguramente ya estás pensando en que cambiarías el color de tu cabello o el tamaño de tus ojos. Lo mismo pasó con los entrevistados adultos, mencionaron que querían cambiar “defectos” de su cuerpo. Frente u orejas grandes, cara regordeta, baja estatura, problemas en la piel (como acné o estrías), tamaño de los ojos o los pies. Después de ellos, entrevistaron a los niños y sus respuestas fueron grandiosas. Todos dijeron que agregarían algo a su cuerpo, pero no que cambiarían algo de lo que ya tenían. Se sentían felices y orgullosos de sus cuerpos. Creían que una cola de sirena, boca de tiburón, capacidad de teletransportación o mucha velocidad eran suficientes.
¿Por qué es tan radical la diferencia?
Cuando somos niños, vemos todo con inocencia y no juzgamos o discriminamos a nadie. Somos seres puros compartiendo el espacio con otros. El problema es que conforme crecemos, nuestra educación se va forjando por lo que otros han aprendido de un modelo que tiene grandes defectos. Es difícil, pero debemos reconocerlo. Si como adultos no hacemos algo por frenar esas fallas, entonces seguimos por una línea llena de errores. En vez de impulsar la maravillosa mente de los niños, la vamos frenando hasta que dejan de pensar o innovar por temor, miedo al fracaso y muchos otros factores.
No permitamos que la magia de los pequeños muera, al contrario, sigamos su ejemplo para mejorar cada día un poquito más.